10 jun 2016

New Generations #007. En la Guerra... todos pierden.

La tensión se podía cortar con un cuchillo. Para la mayoría de los chavales aquella era la primera vez que tenían un enfrentamiento real y ninguno estaba dispuesto a darse por vencido sin más. La habitación de entrenamiento generaba de manera aleatoria un campo prediseñado por algunos expertos en combate de S.H.I.E.L.D. de manera que el que la usara pudiera prepararse para lo inesperado. En esta ocasión, se generó un campo lleno de hierba a lo largo del cual se encontraban distribuidas una gran cantidad de rocas de distintos tamaños, desde algunas con las que simplemente te podrías tropezar hasta unas tan grandes tras las que uno se resguardaría de cualquier ataque de potencia considerable. Ambos equipos se encontraban separados, cada uno en un extremo distinto del terreno. Todos ellos vestían una especie de uniforme de batalla, con el mismo diseño, salvo por el pequeño detalle de que para los del equipo de Iron man este era de un color rojo bastante llamativo para lo que era recomendable en cualquier batalla en la que se buscaría atacar por sorpresa, mientras que el de los miembros partidarios, o que al menos se encontraban en el equipo del Capi eran de un color azul mucho más disimulado en comparación. La concentración era extrema.
En la esquina azul se palpaba el nerviosismo por parte de algunos de sus miembros.
–¿En serio no nos vamos a hacer daño con esto? –preguntó Mick, aún preocupado– No quiero acabar como un rollito de primavera a manos… bueno, a hachas, de ese animal de Chris…
–Tranquilo Mick –trató de convencerle Lauren­– ya nos lo explicó en señor Stark. Alrededor de nuestros cuerpos se genera una especie de holograma invisible de luz densa que nos protege, pero que nos hace sentir el dolor de la herida que nos hubieran producido los golpes para que nos vayamos acostumbrando a ser cautos a la hora de pelear.
­–Ya, ya lo sé, pero aún así… No me apetecía sentir dolor hoy.
–De todas maneras, ¿sientes dolor cuando estás hecho de agua o hielo? –preguntó Peter con curiosidad.
–Bueno… es una sensación extraña cuando estoy hecho de agua y me atraviesan. Es como una indigestión, no sabría cómo definirlo. Sin embargo, cuando estoy hecho de hielo y me golpean siento dolor de forma normal, aunque soy más resistente a los golpes. La única diferencia es que no sangro.
–Bueno, chicos, repasemos lo que tenemos que hacer hoy –cambió de tema Peter en cuanto vio su duda respondida–. Tenemos que usar nuestros poderes de las formas más imaginativas posibles. Y me conozco y sé que en cuanto me ponga a pelear no voy a poder ser de mucha ayuda, ya que tiendo a… ponerme demasiado violento e ir por mi cuenta. Así que prefiero dejarlo todo claro. Sin embargo, nos tendremos que comunicar muy bien en el campo de batalla para estar sincronizados.
–Vaya, calladito siempre, pero cuando te pones serio pareces todo un adulto responsable, cuchillos –comentó Zane, con aire divertido.
–Mira, Zane, como me vuelvas a llamar eso te cortaré un brazo mientras duermes, a ver si eres capaz de crearte otro con tus ilusiones.
–Yyyyy ahí está el Peter que conocemos y adoramos.
Peter volvió a concentrarse.
–Bien, volvamos a ello. Mick, me gustó como ayer te congelaste alrededor de los pies del Supervisor. Estaría bien que siendo de agua te extendieses por todo el campo lo máximo posible y que atacaras a enemigos en distintos puntos concentrándote con la mayor rapidez posible, pero si no te ves capaz simplemente ataca como hielo a quien puedas en la cabeza. Lauren, con ese block tuyo estaría muy bien que crearas un mini ejército de aviones que disparasen a los otros, aunque no conozco el alcance total de tu poder, así que se creativa, pero quédate a una distancia prudencial. Charlie, tú, ya que probé tus poderes de primera mano intenta meterte en alguno de ellos para controlarlo y…
De repente sus labios siguieron moviéndose, pero ningún sonido salía de su boca. Se quedó desconcertado por un momento, con una cara de bobo sólo equiparable a la que puso la primera vez que vio a los Vengadores por primera vez cuando era un niño. Pero esta vez, al contrario que en aquel momento, su siguiente reacción no fue una sonrisa. Gritó. Soltó un grito de pura furia ante la impotencia del silencio impuesto.

“Aline”

Se dio cuenta al instante. Aline les había cortado las comunicaciones verbales con sus poderes de absorción de sonido. Miró a sus compañeros. Miró al otro equipo en la lejanía. Sacó dos cimitarras e hizo una seña al resto. Era la hora de atacar.


–Bien hecho Aline –dijo Zack–, cortar las comunicaciones era esencial en el plan que nos propuso el señor Stark. Ya sabeis el plan: Aline y yo nos quedamos en la retaguardia, ella silenciando y yo viendo sus auras y comunicándoos sus posibles movimientos a través de los auriculares que nos ha dado. David, no te conozco mucho, pero he oído que disparas energía por los índices como si fueran pistolas. Amanda, que dispara energía solar por los brazos y tú intentad mantener las distancias y atacar desde lejos.
–No me tienes que decir que hacer, ¿vale? –dijo David Stone, peinándose su anaranjado pelo con la mano, con aire de desprecio.
–Vale, vale, perdona. Como iba diciendo –continuó Zack–, Alan, no sé muy bien cómo funciona tu rollo de la sangre, pero parece que eres bastante musculoso así que puedes presentar batalla sin usarlos, supongo. Chris, tú corta. Y tú, Gran Cacho de Nieve… haz… algo, creo.
–¡EH! ¡Como te metas con él te enteras, chaval! –dijo David. Estaba claro que eran amigos.
–Vale, jopé, perdón, no os tengo muy controlados. De todas maneras, no hay tiempo –Zack giró la cabeza en la dirección de la que se oían pisadas rápidas–. Ya vienen.



Dio igual que Banner bajara el brazo, señalando el inicio del combate. El equipo azul ya había tomado la iniciativa del ataque, y Gonzales, el chico mexicano, estaba hecho una furia. No iba a traer más que problemas si el Supervisor no se ponía las pilas.
–Sigo pensando que esto es mala idea, Tony.
–Deja que los chicos se diviertan, Bruce.
En aquel momento, las puertas de acero que protegían la sala de observación de combate se abrieron de par en par, haciendo un estruendo horrible y un hombre atravesó el umbral. Se trataba del bueno y viejo Steve Rogers.
–¡¡STARK!! ¡¿Cómo es posible que te hayas atrevido a esto?! Los chicos no están preparados para esto… ¡En nombre de Dios, si has metido hasta a tu hija adoptiva! Parad esto YA.
–Venga, Steve, no es para tanto, si además les protege el propio campo… Por otra parte, no se puede parar, una vez que se cierran las puertas el entrenamiento llega hasta el final.
–¿Siendo el final…?
–Siendo el final cuando un equipo no pueda continuar luchando –concluyó el de la armadura plateada.
Steve se cruzó de brazos aún metido en su indignación. Sabía perfectamente que Tony era previsor. Si había recogido pelo de Thor en la primera reunión de los vengadores, esa sala tendría un botón rojo de parada de emergencia. Pero no iba a dar su brazo a torcer, así que no le quedó otra que mirar con desaprobación el combate en ciernes.



La imagen era sobrecogedora. En la retaguardia del equipo rojo se encontraban dos Zack y Aline, el primero gritando con desesperación ordenes de forma continua a través de su comunicador y la segunda sentada en el suelo con las piernas cruzadas, con cara de concentración, callada como nunca antes desde que nació. Por otra parte, en la retaguardia del equipo azul se encontraba únicamente Lauren, sentada de la misma manera que Aline, encima de una roca gigantesca por la que había trepado lejos del barullo de la pelea, pero al contrario de esta, sus brazos se movían frenéticamente, carboncillo en mano, dibujando a toda velocidad pequeños proyectiles en su block, que salían del mismo y volaban hacia el centro del campo, buscando a los objetivos que ella había imaginado en su cabeza a la hora de crearlos. No eran una obra maestra, pero la situación no precisaba de detalles.
Por otra parte, la acción principal se desarrollaba en el centro de la sala. El desconocido David Stone se encontraba dando volteretas y cabriolas a lo largo de todo el campo, sólo dignas de Daredevil, a la par que disparaba una especie de proyectiles de energía parecida a la de los ojos de Scott Summers, salvo por el hecho de que eran de una energía negra como la mismísima oscuridad, aunque blanca por las zonas en las que se concentraba en menor medida. Amanda, que era de su mismo equipo, le ayudaba a disparar a sus propios amigos, lo cual no acababa de soportar. Los poderes de Amanda se basaban en la energía solar. La absorbía por los brazos y podía dispararla a través de ellos. Sin embargo, ella es incapaz de almacenar esa energía, por lo que, cuando Iron man la adoptó le construyó esos cubre brazos que tanto la caracterizaban. Gracias a ellos era capaz de almacenar esa energía y redireccionarla para poder lanzarla hacia donde deseara. Sin ellos sería una bomba continua de radiación solar descontrolada que dañaría a todo el que se acercara. Haría daño a todo el mundo. Y ahora estaba haciendo eso mismo por orden de su propio “padre”, disparando al pobre de Charlie Pierce, atacándole en su brazo derecho. Ella y David eran los francotiradores de este pequeño juego de guerra.
“Es impresionante este holograma”, pensaba Charlie a la par que se miraba el brazo. El disparo de la rubia le había dejado una imagen de quemadura bastante importante y había desintegrado parte de la manga de su uniforme. De todas maneras, la manga se recompuso y volvió a cubrirle, ya que estaba hecha de moléculas inestables autorreparables, programadas por el mismísimo Reed Richards. Eran virtualmente indestructibles. Sin embargo, la quemadura dolía a rabiar debajo de la ropa.
“Sé que la sala proyecta el dolor en nuestra mente como si fuera real, pero creo que se han pasado con el realismo”, proseguía la línea de pensamiento del enclenque muchacho. “Está claro que no voy a poder tener un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con ella, no podré usar mi poder. Es una pena, siempre quise meterme dentro de una rubia guapa. Vale, eso sonaba mejor en mi cabeza. Espera. Aún no lo he dicho. Puff, menos mal”.
Pero alejándonos de la mente del pequeño chico robacuerpos seguimos observando al resto de los alumnos. Alan se encontraba peleando con Mick, en una pelea que el forzudo chico no podía ganar. Por el suelo, la sangre que se había provocado al morderse algunos dedos fluía por el suelo como serpientes, y elevándose en aras de conseguir golpear al chico de agua, que fluía a su alrededor, esquivando al líquido rojizo y a la vez golpeando al chico volviendo de hielo a sus puños. En aquel momento dado, Alan, cansado de recibir y no dar, apunta sus dedos a la gran masa de agua que le perseguía y dispara un gran y cruento chorro a su interior. Estaba claro que ese chico generaba sangre a la misma velocidad a la que la expulsaba, ya que no palidecía ni por un segundo. Rápidamente el agua se enrojeció como si de las aguas del Nilo de la Biblia se trataran. Entonces Mick volvió a ser de carne y hueso de forma repentina, se alejó su extasiado contrincante y vomitó allí, en medio de la holohierba, una masa en su mayoría rojiza que daba a pensar que era la sangre que se le había metido. Alan intentó aprovechar el momento para arremeter contra el rubio, pero apenas pudo hacerle un placaje antes de que este se recompusiera de la experiencia que acababa de vivir y se convirtiera en hielo. Alan volvió a lanzarle sangre, pero esta simplemente resbaló sobre la superficie del chico helado. Movió sus labios, pero ningún sonido salió de su boca, aunque de la lectura de sus labios se sacaba la frase:
“Eso no te funcionará otra vez”
Alan sonrió. A él también le quedaban un par de trucos en la manga. Y entonces la sangre rodeó a Mick y le ató como si de rojas cuerdas se trataran, haciéndole caer al suelo.


Desde la sala de observación los tres Vengadores comentaban la jugada.
–Oh, muy bonito Tony, ese chico ha vomitado sangre en medio de la pelea. Y lo peor es que ni siquiera es suya.
–No me culpes, Steve, es de los de tu equipo. Mis fans nunca devolverían de esa manera.
–¡Pero si ni siquiera les he escogido yo! Fuiste tú el que hizo los equipos y encima le diste las claves al tuyo para vencer a los otros. Aunque los míos se defienden bien. Escuché lo que les dijo el chico Gonzales antes de la pelea por las pantallas de visionado y la verdad es que su mirada de combate me impresionó dada su corta edad.
–Diecisiete ya no es tan corta edad, viejales –respondió Tony, algo celado–. Yo les hubiera capitaneado mucho mejor gracias a mi ingenio.
–Sin embargo, hay una cosa que me escama… –dijo el director Banner, hasta entones concentrado en lo que ocurría­– Pero no sé lo que es. Algo se me escapa…
Y los tres volvieron a concentrarse en los jóvenes.
–¿No falta alguien de mi equipo?



A un lado del campo un pequeño espectáculo fuera de lo común estaba teniendo lugar. Había dos personas que no estaban peleando. Sólo estaban una frente a la otra. En silencio. Mirándose a los ojos. Se trataba de Ngozi Karlson, el Gran Montón de Nieve con Piernas, y Ryan Deamon, cada uno de un equipo distinto. Estaba claro que no querían pelear. Ryan porque no quería usar sus poderes y no le interesaba tampoco la recompensa que ofrecía el señor Stark. Y Ngozi… bueno, no estaba claro de si era capaz de hacer otra cosa diferente a estar de pie.
Ryan miró interesado a Ngozi. Era la primera cosa que no sentía miedo al conocerle. Aparte de Zack, claro.


En el centro de toda aquella vorágine de energía, hielo y sangre se encontraban los que más se odiaban de toda la escuela. El acero de las espadas que portaba Peter en sus manos chocaban contra las hachas de energía ancladas a los antebrazos de Chris en una encarnizada pelea de filos. El rubio no podía evitar pavonearse delante del moreno. Sus ansias de vencerle y recuperar el honor perdido en la sala de castigo, donde Peter había dejado claro que era mejor que él frente a Gambito. Por su parte, el del pelo largo y oscuro peleaba casi sin enterarse de con quién estaba haciéndolo. Sus ojos estaban inyectados en sangre y de su boca, llena de dientes como si de un tiburón se tratase, intentaban salir sonidos guturales que eran anulados debido a Aline. Uno de los disparos negros de David impactó en uno de sus hombros, pero pese al retroceso momentáneo que le causó parecía que no le había hecho daño o le daba igual. Pero el pelirrojo no se estaba centrando en él, sino que intentaba disparar a todo aquel que no fuera de rojo, ya que acto seguido disparó al pobre de Charlie, que seguía intentando controlar a Amanda y después a Mick, que había cambiado las tornas de su pelea congelándose alrededor de Alan, provocando que su sangre no fluyera de la misma manera e inutilizándolo.
Pero los dos pesos pesados seguían a lo suyo.
–¿Alguna vez te han dicho que eres como un animalillo, Pete? –intentó picarle Chris–. Pero los animales están para domesticarlos… ¡Y eso voy a hacer contigo! –exclamó a la par que soltaba un hachazo que desequilibró al mexicano.
Esto provocó que el de la piel más oscura cayese al suelo, pero lo que hizo fue rodar sobre sí mismo para volver a ponerse de cara a su atacante. Y apoyando con fuerza el pie en el suelo se impulsó hacia él con el filo por delante. Pero el otro le esquivó. Ambos se movían rápido para ser tan corpulentos.
–Eres violencia en estado puro, Gonzales. Así no me podrás ganar nunca, je.
A modo de respuesta, de los codos de Peter salieron dos hojas de espadas, que se quedaron fijas a su cuerpo, como si de espinas se trataran, y de su espalda surgieron otros cuatro fijos, algo más cortos, como esperando un posible ataque trasero. Los ojos del moreno se volvieron blancos completamente, como los de Tormenta controlando el clima, y aún más filos salieron de su espalda, brazos y piernas. Incluso de su cara sobresalían dos puntas de daga, aunque apenas se notaban. Ya no estaba muy claro si era capaz de controlar su poder, pero sí dejaba claro que estaba dispuesto a matar al otro chico, y que era imparable. El rubio se amedrentó e intentó parar cada estocada y arremetida del latino, pero la ira pura le movía. Y pasó lo que tenía que pasar.
Una no la pudo parar y le alcanzó en el brazo. A posteriori se vio que no era una herida muy profunda, pero en el momento en el que tuvo lugar fue bastante impresionante. Un tajo había llegado a su bíceps y lo había cortado, provocando la cruenta reacción de su cuerpo. La sangre comenzó a caer por su extremidad.
Los ojos de Peter Gonzales volvieron a la normalidad, a tiempo para ver lo que había hecho.
–Yo… lo siento, no quería…
¿Podía hablar? ¿Qué había pasado con el corte de las comunicaciones? Miró en dirección a la roca gigante del equipo contrario y vio noqueados tanto a la chica como a Zack. Justo en ese momento, Zane apareció como por arte de magia al lado de los dos anestesiados adolescentes. Estaba claro que debía de haber formado una ilusión de invisibilidad sobre sí mismo o algo así para acercarse a ellos. ¿Había algo que no pudiera hacer ese chico? Pero no habían acabado las sorpresas. O eso daba a entender el leve temblor del suelo. Peter giró la cabeza en dirección a su parte del terreno y ahí estaba ella: Lauren, montada encima de un tanque hecho de piedra. Parecía algo cansada, respirando agitadamente.
–Veréis, me cansé de pequeños proyectiles y el block se me había quedado pequeño… Así que salté de la piedra en la que estaba y… –intentaba recuperar el aliento– Buff… me puse a dibujar en ella… no pensé que funcionaría… pero estoy agotada jaja.



–¡¡ESE CHICO ESTÁ SANGRANDO!! –puso la voz en grito el retirado Capitán América–. ¡Hay que parar esto de una vez!
–Oh, vamos Steve, se ve claramente que es una herida muy superficial
Y en ese instante, el viejo Doc Green, que hasta entonces había estado pensantivo, reaccionó por fin:
–¡Eso era! No pueden sangrar con el holograma activado, ya que reproduce las posibles heridas pero no las causa de verdad, por eso el joven Alan podía usar sus poderes sin problemas, porque… Oh Dios mio… El holograma de protección está desactivado… –el horror era palpable en su mirada.
–Páralo, Tony –Steve empujó al Hombre de Hierro contra una pared–. ¡Para esta locura de una vez! ¿No ves que tu equipo está perdiendo claramente? ¡YA NO TIENES NADA PARA DEMOSTRAR!
Tony miró hacia el campo de batalla. Estaba claro que sin líder estratégico, un chico congelado, un montón de nieve inútil y otro en shock por una herida que no esperaba no tenían nada que hacer. Por no hablar del tanque. Pero aún tenía un as en la manga.
–F.R.I.D.A.Y., código de desbloqueo: Sun Beam.
Y se desató el infierno.



En el campo de juego todos estaban paralizados por la situación. No estaban preparados para los posibles horrores de una batalla. Amanda miró hacia arriba de aquella jaula en la que la habían metido junto a sus amigos. Tras aquel cristal debía de estar su “padre”. No podía creer que les hubiera empujado a eso. No era el mismo desde lo del Cráneo Rojo. Y entonces sus brazos empezaron a pitar. Cinco pitidos cortos, agudos y rápidos. Y esa capa que separaba sus poderes del descontrol cayó al suelo de forma seca y silenciosa. Y todo se iluminó como una supernova.



Cuando Amanda abrió los ojos se encontró en una cama de la enfermería del campus. Miró a su alrededor y vio el joven Charles Pierce en la cama de al lado, despierto, que le miraba al darse cuenta de que ella había despertado. Tenía unas cuantas quemaduras.
–Vaya susto nos has dado, Amanda –dijo con su característica risa.
Ella se miró al recordar lo último que pasó. Los brazos volvían a estar cubiertos por su capa metálica. Miró el indicador de almacenamiento y vio que indicaba el mínimo. De verdad lo había soltado todo. ¿Habría sido un fallo de sistema o habría sido…? No, no podía haber sido tan mezquino, al fin y al cabo era su padre. En ese momento un hombre negro de pelo moreno y bata blanca se sentó en su cama. Debía de ser el médico que la había atendido.
–Buenos días Amanda, soy el doctor Elías Wirtham, aunque los pacientes me suelen llamar Doctor Cardiac. ¿Cómo te encuentras?
–¿Están todos bien, doctor? ¿Les he hecho daño?
–Tranquila, que no ha habido daños importantes. El peor parado fue nuestro amigo Pierce, ahí echado. Fue un héroe. Usó sus poderes para introducirse en ti y redireccionar lo más potente de la explosión hacia el cielo para dañar lo menos posible. Aunque el pobre acabó algo quemado. Nada que unos días en cama y pomada especial no puedan arreglar, ¿verdad señor Pierce?
–Cierto, doctor Cardiac –dijo con una sonrisa.
En ese momento una figura apareció de la nada al lado de la cama del rubio. Era un chico que parecía igual de joven que Charlie, pero al contrario de este tenía el pelo negro, corto y rizado. Sus ojos eran marrón oscuro y en el lado derecho de la nariz tenía un característico lunar pequeño.
–Dios mío, me he teletransportado en cuanto lo he sabido. ¿Estás bien, Charlie?
–Claro, Ángel, no te preocupes, en unos días me tendrás en clase dando la tabarra.
Por delante de las camas pasó Chris Murray. Tenía el brazo vendado y los ojos enrojecidos. Miró a Amanda y se fue de la enfermería. Le habían dado el alta.


El food-truck que había al lado de la plaza central del campus estaba al lado de unas mesas con bancos que hacía las veces de restaurante improvisado como de merendero. Además daban buena comida, así que se estaba convirtiendo en el lugar de reunión favorito de nuestro pequeño grupo de amigos.
–Siento mucho haberos dejado inconscientes.
–Tranquilo Zane, son cosas del momento –dijo Aline.
–Además, lo hiciste induciéndonos una ilusión de sueño en vez de golpeándonos la cabeza, cosa que agradezco –añadió Zack.
–Yo vomité allí en medio, que vergüenza… –siguió hablando Mick–. A saber qué pensará Amanda de mí ahora…
–Así que Amanda eh… –dijo Lauren con mirada cómplice–. Tranquilo que tiene demasiadas cosas encima ahora mismo como para siquiera acordarse de eso.
–Calla, que tú sí que nos dejaste anonadados con ese tanque random –dijo Zack.
–No te puedes ni imaginar lo agotada físicamente y el dolor de cabeza que me ha dado crearlo. ¿A ti que te pareció, Peter?
Peter no había dicho ni una palabra desde que habían salido de la sala. Y parecía que se iba a quedar así.
En aquel momento otro grupo de personas se acercó a la mesa en la que estaban sentados. Entre ellos se encontraba el chico pelirrojo de las balas oscuras, el montón de nieve, Alan y Chris. Aparte de ellos también estaba una chica de pelo marrón y otra más bajita de pelo negro que parecía de otro curso. La morena comenzó a hablar en un todo de pocos amigos.
–¿Os creéis muy guays por estar en boca de todos después del numerito de la Guerra Civil? Que sepáis que no vamos a dejar que os hagáis con la Escuela, nosotros vamos a controlarla, no vosotros.
–¿Controlar la Escuela? Espera, ¿hablan de nosotros? ¡Eso mola mucho! –dijo Zack.
–¿Se puede saber quién eres tú? –dijo Lauren con el mismo tono agresivo. Sabía distinguir a una @#$% en cuanto la veía.
–Soy Claire Sylar, y estoy hablando de la popularidad. No pienso dejar que seáis los ”populares” y que vayáis por ahí con la cabeza alta y os sintáis los reyes del campus.
–Mira, chavala, que sepas que no nos importa una m… –comenzó Lauren.
Pero interrumpió su discurso en ciernes cuando Peter de repente se levantó de la mesa. Aline se temía lo peor, esperaba una confrontación entre el carácter de aquella Claire y las malas pulgas de Peter. Pero nada más lejos de la realidad.
–No tengo tiempo para estas estupideces.
Y sin mediar más palabra, el latino se alejó. Esto a la chica Sylar le sentó fatal. Ante el asombro de todos los presentes menos los de su grupo, su marrón pelo se tornó de un todo rojo anaranjado como el fuego.
–¡¿Cómo te atreves a ignorarme de esta forma?! ¡PEDAZO DE…!
Pero Peter ya estaba lejos como para importarle la ira de aquella chica.


EPÍLOGO.

La noche había caído, dando por finalizado el largo día. Para el corpulento moreno de arsenal infinito había sido un cúmulo de sentimientos que no había experimentado desde que huyó de su ciudad natal. ¿Cómo había perdido tanto el control? Podría haber matado al imbécil de Murray… Menos mal que había recuperado la cordura en el último momento. No quería ni pensar que hubiera pasado. Sin duda debía aprender a controlarse en la batalla en vez de ir por instinto, para lo que el entrenamiento extra con el Supervisor era crucial. Y precisamente eso estaba haciendo en la zona de entrenamiento libre situada al lado del bosque que rodeaba al campus. Era perfecta para aprender, gracias a los S.D.V (Simulacros Dotados de Vida), robots preparados para cualquier confrontación que emulaban distintos personajes, desde un agente de S.H.I.E.L.D. común hasta el mismísimo Spider-Man. Nadie lo sabía, pero Peter había admirado a los héroes de Nueva York desde pequeño, en especial al arácnido. Le parecían un ejemplo a seguir, impotente ante su falta de habilidades especiales. Y ahora que las tenía no era el héroe que siempre había querido. ¿De dónde salía aquella furia? No la había experimentado nunca de esta manera hasta que afloraron sus poderes. Lo cual le traía también de cabeza. ¿Era mutante? ¿Inhumano? Estaba claro que lo último no era posible, ya que no había estado en ningún capullo de terrigénesis… Tantas dudas y tan pocas respuestas. Por lo menos podía poner su cabeza en orden troceando aquellos robots bajo las estrellas…
Pero entonces algo lo sacó de su status quo. De entre los árboles un ruido de ramas partiéndose y el crujir de la tierra llamó su atención y lo puso en guardia. De su muñeca izquierda salió un corto machete que sostuvo con la derecha en posición defensiva. ¿Sería un animal?
Pero de entre el follaje surgió una figura. Llevaba un manto raído con capucha que hacía de capa corta, de color arenoso. A medida que se acercaba al chico, la figura mostró un tambaleo acompañado de una cojera. Sin duda, debía de estar herido.
Pero su sorpresa fue mayor cuando estuvo a un par de metros. Se trataba de una chica. Era preciosa, de pelo largo y rojo ligeramente anaranjado, buena figura y unos ojos verdes como esmeraldas. Peter se quedó quieto sin saber qué hacer. Hasta que la chica se desplomó en el suelo y él corrió a ver si estaba bien. Su ropa estaba algo destrozada y tenía un montón de cortes y heridas. Se estaba desangrando.
–¡¡SOCORRO!! –gritó tanto como pudo el joven–. ¡¡NECESITO AYUDA, POR FAVOR!!
Todos estaban en sus habitaciones a esas horas, así que nadie podía oírle. Pero una unidad de F.R.I.D.A.Y. sí que interceptó su llamada y se acercó a ellos. Desplegó una camilla hecha de luz densa y colocó con cuidado a la chica sobre ella, poniendo dirección a la enfermería. Y Peter la siguió corriendo.






¡Y hasta aquí el capítulo de este mes! Esperamos que os haya gustado y que dejéis vuestros comentarios tanto abajo como en nuestro twitter @NewGensBlog. Y diréis: ¿Cómo? ¿Interacción al final del capítulo? ¡Esto no tiene precedentes! Pero la razón por lo que vemos necesario los chicos de la redacción de New Generations de escribir aquí se debe a la aparición en forma de cameos de un personaje: Ángel Gómez, el amigo de Charlie que le va a ver a la enfermería. Y lo que tiene de especial este personaje es que es el PRIMER PERSONAJE CREADO POR UN LECTOR. Le damos las gracias y un fuerte saludo a Ángel V., creador de este pequeño teleportador. Muchas gracias por regalarnos la experiencia de añadirle a nuestro elenco.
Y al resto de nuestros lectores os instamos a que nos mandéis vuestros personajes, sugerencias y dudas a nuestro correo newgenerationsblog@gmail.com o a nuestro twitter por un MD o mención para que os sigamos y así podamos comunicarnos. Y gracias. A ti. Que estás leyendo esto y nos das ganas para continuar.

Nuff said!