17 ago 2016

¡ATENCIÓN, ATENCIÓN! ¿Cambios?

Esta estrada es puramente informativa, independientemente de la colección. A petición y sugerencia de algunos lectores vamos a realizar un pequeño cambio de formato a fin de amenizaros la lectura, mejorar la dinámica del blog y, por qué no decirlo, aumentar las dosis de hype de una manera más amena y periódica.

Este cambio consiste en que vamos a cortar el capítulo mensual a la mitad. Esto no quiere decir que seamos unos vagos y vayamos a escribir menos, sino que escribiremos lo mismo, pero dividiremos cada episodio a la mitad y haremos dos entregas cada mes. Lo mismo, pero mejor presentado. De esta manera no tendréis que leer un Word de 10 hojas cada mes (todos sabemos la pereza que da eso), sino 5 dos veces al mes.

Esperamos que este cambio sea para bien y de vuestro agrado. De todas maneras, veremos cómo va evolucionando esto en la respuesta por vuestra parte, lectores nuestros.
Una vez más gracias por todas vuestras visitas y darnos la sensación de que gusta lo que hacemos. Un saludo a todos y un abrazo muy fuerte.



El equipo de New Generations

16 ago 2016

New Generations #009. Una visita a la enfermería.

No habían dejado entrar a Peter en la sala de urgencias de la enfermería, así que sólo le quedaba esperar a la puerta del quirófano improvisado. Acababa de conocer al doctor “Cardiac”, pero había sabido tranquilizarlo, cosa que no todo el mundo era capaz de hacer. Así que allí se encontraba, sentado en una silla de plástico, ensimismado en sus pensamientos.
¿Quién era esa chica? ¿Por qué se preocupaba tanto por ella sin conocerla? No le solía importar el resto del mundo, sólo quien se lo merecía… ¿Acaso le gustaba la pelirroja? Su atractivo era indiscutible, pero no se había sentido así desde… desde Elizabeth. Y aún no se había recuperado de aquello. No estaba preparado.
De su brazo derecho empezó a salir una espada. Era de hoja ancha, negro azabache, a excepción del filo, que era plateado, formando olas que juntas daban la sensación de ver el perfil de un mar gris, del mismo color de sus ojos. Tenía una inscripción en lo que parecía ser un idioma asiático, también plateada. Pese a haber salido de su brazo, Peter no sabía qué significado tenían aquellos símbolos. El mango estaba cubierto por una especie de vendaje blanco, de forma un tanto rudimentaria. Aquella era la primera arma que salió de él, y le recordaba todo lo que le había importado y lo que había perdido.
De repente, una chica de estatura media, delgada, con una melena larga y oscura salvo por dos mechas que ocupaban su flequillo se acercó a la puerta con intención de entrar en el interior. Sus mechas eran azul y amarilla respectivamente. Peter le cortó el paso espada en mano.


–Oye, no puedes entrar, están en medio de una intervención.


Sin casi darle tiempo a reaccionar, del puño de aquella chica salieron dos cuchillas que rápidamente anularon cualquier movimiento posible con el arma blanca. Dos cuchillas que recordaban mucho a las de Lobezno, el difunto X-Man.


–Mira, chaval, me han llamado para ayudar a alguien ahí dentro, así que no me molestes y quítate de mi camino.


Ante aquella afirmación, el latino se sintió desconcertado, pero pese a ello se apartó y dejó pasar a la muchacha, que atravesó la puerta, cerrándola tras ella.


–¿Una… Una chica Lobezno?


Pero no le dio tiempo a pensar en lo que le acababa de pasar, ya que tras él, fuera de la zona hospitalaria, se había producido un fuerte sonido de choque acompañado de una especie de liviano temblor de tierra. No quería alejarse demasiado, pero su instinto le empujaba a comprobar que todo estaba bajo control allá afuera. Así que, espada en mano, salió. Y lo que allí se encontró era impresionante a la par que incomprensible.
El director Banner, convertido en una gran mole de testosterona verde y radioactiva, estaba peleando con Iron Man en esa nueva armadura blanca suya. Ni sabía por qué peleaban ni le importaba. Sólo quería que nadie molestara a los enfermos, especialmente a la chica herida. Miró a la gente, estudiantes en su mayoría, que se congregaban alrededor de los dos Vengadores fundadores, como aquel que observa un accidente. No corrían a esconderse. No intentaban buscar ayuda o proteger a los de los cursos menores. Con razón no le gustaba la gente.
Se suponía que estaban allí para aprender, no sólo matemáticas, historia y todas esas asignaturas. Estaban allí para aprender valores. O eso pensaba él, aunque aún no había recibido ninguna lección de responsabilidad o civismo. ¿Es que el sistema educativo sólo se dedicaba a escupirles datos?
Miraba a sus compañeros y sólo veía ovejas encerradas en un redil. Incluso allí veía a Zane hablando con una chica (¿O era un chico?) tranquilamente, aunque no le sorprendía, con el pasotismo y los aires de superioridad que mostraba en ocasiones. Aunque no le caía mal, sentía que detrás de aquello había un chico que se escudaba tras una actitud arrogante.
En el poco tiempo que les había tomado a aquellos pensamientos pasar por su mente, la batalla había terminado y ni siquiera se había enterado de cómo, aunque ruidosos habían sido un rato. Stark había caído.
Perdiendo el poco interés que había generado en él aquella pelea, volvió a meter el espadón negro en su cuerpo y volvió hacia el interior de la zona hospitalaria. La chica de las manos cortantes salía por la puerta que antes había atravesado. Su cuerpo estaba cubierto de heridas, muy similares en posición y aspecto a las que tenía la pelirroja en el momento en el que la encontró. Solo que mientras caminaba, los cortes y magulladuras desaparecían de la pálida piel de la chica. Estaba claro que poseía factor curativo, como su contrapartida masculina. Una simple imitadora no podría hacer eso.


–Oye, ¿qué ha pasado ahí dentro? –preguntó el moreno.


–No tengo tiempo. Aparta.


–Mira, chica, tengo que saber qué pasó ahí dentro –respondió al tiempo que agarraba a la delgada mutante del brazo.


Aquel gesto molestó a la “Lobezna”, que sacó las garras, esperando que aquel gento amedrentara al chaval y la dejara en paz.


–¿Buscas problemas, mocoso?


Y al ver las dos garras metálicas que le recordaban al modo en el que las espadas salían de su cuerpo se le pasó una idea por la cabeza: sacó la hoja de tres espadas miniatura de los nudillos de cada puño, sin llegar a generar las empuñaduras, de manera que emulaba al X-Man canadiense.
Ante la imagen que tenía delante, la morena dejó caer los brazos despacio, mientras retraía las garras y se cerraban los agujeros que se habían formado al sacarlas. Una lágrima apenas visible descendía por su mejilla.


–No… no vuelvas a hacer eso. No eres él. Él está muerto.


Peter se dio cuenta de que tener los mismos poderes podría convertir a la chica y a Lobezno en parientes. Y que aún estaba de luto.


–Yo… Lo siento, sólo estoy preocupado por la chica de ahí dentro. No quería consternarte.


–Ella… está bien, tiene unos poderes interesantes. ¿Y tú que poderes tienes? Porque no pude oler el metal en tu cuerpo hasta que apareció en tus manos.


–Puedo crear espadas a través de mi cuerpo. Soy un mutante, como supongo que eres tú.


–¿Mutante? No lo creo. Todos los mutantes tienen un olor… característico. Casi indetectable, pero inconfundible. Deberías preguntarle a un experto, pero no me pareces un mutante.

Aquella noticia impactó al mexicano. Si no era un mutante una tonelada de preguntas recaía sobre sí mismo. No sabía por qué podía hacer lo que hacía.

En aquel momento se volvió a abrir la puerta tras de sí y Cardiac asomó su cabeza.


–¿Peter? Puedes pasar a verla si quieres y te informaré de la situación.


–Gracias, doctor –se volvió a la chica–. Tengo que irme. Y una vez más, lo siento mucho… esto…


–Laura.


–Encantado, Laura. Yo soy Peter. Nos vemos.


Y los dos hombres desaparecieron por la puerta dejando a la pobre X-23 recuperándose de la visión del fantasma del pasado que acababa de ver.
Una vez que entraron en la zona de cuidados intensivos pudieron ver a la pelirroja. Estaba en una camilla, dormida, vestida con una bata de paciente y tapada con una sábana hasta la altura de su pecho, dejando los brazos por fuera de la misma. Sus ropajes estaban colocados en una silla al lado de la cama. Peter se estremeció al ver esa capa con capucha, raída y de color rena que había visto antes. Pero no podía ser la misma capa. Aunque lo que más le sorprendía era que el resto de sus ropas era bastante escaso, consistiendo en un pantalón corto y la parte de arriba de un bikini.
El doctor y ex-héroe, percatándose del vistazo del chico al peculiar “outfit” de la paciente para la temporada del año en la que se encontraban se dispuso a explicarle la situación.


–Hemos identificado a la paciente como Jacqueline Becquet, una estudiante de un instituto de Nueva
York, de Manhattan concretamente. Los últimos reportes médicos que he podido conseguir indican que tiene leucemia. O debería tenerla, porque en el nuevo análisis que le acabo de hacer no he detectado ni siquiera restos de la enfermedad. Y esto se debe a sus poderes, que, por cierto, no estaban registrados en ningún archivo, noticia o base de datos ni de S.H.I.E.L.D. o la Escuela Jean Grey, por lo que debo suponer que acaba de conseguirlos, aunque no tenemos aún los resultados del análisis genético para determinar si es mutante, inhumana o víctima de algún experimento. Y si tuviera que apostar diría que lo último será lo que nos esclarezcan las pruebas.


–¿Qué clase de poderes tiene?


–Pues básicamente es capaz de transposicionar cambios de estado en la salud mediante el contacto físico. Esto quiere decir que, por ejemplo, si tú te haces una herida en el brazo y ella te toca con intención de ello, puede sanar tu brazo a cambio de que en el suyo aparezca la herida en cuestión, en el mismo lugar y con la misma gravedad que en tu cuerpo. Y de igual manera, si toca a un tercero, la herida que en un comienzo era tuya puede aparecer en el brazo de otra persona a través de ella. Tengo la teoría de que su leucemia desapareció de esta manera… He de reconocer que desde el punto de vista médico es una situación harto interesante.


En aquel momento, otro pensamiento cruzó la mente de Peter.


–Un momento, doctor. ¿Puede determinar la presencia del gen X en el ADN? ¿Podría hacerlo con el mío?


–¿No sabes qué clase de poderes tienes?


–Bueno, sé que no soy Inhumano, ya que no pasé por eso de la niebla ni lo del capullo del que hay que salir y definitivamente no han experimentado conmigo. Surgieron de la nada, por lo que pensaba que era mutante, pero la chica lobezno me dijo que no huelo a mutante. ¿Podría hacérmelas? No tengo mucho dinero, pero necesito saberlo.


–No digas tonterías, Peter, con el equipo del que dispone el campus puedo hacértelas gratis, aunque los resultados tardarán como una semana en llegar.


–Le estaría muy agradecido, doctor.


–No es nada, chico. Es mi trabajo.


–¿Eres tú el que me trajo aquí? –sonó una voz a sus espaldas.


Jacqueline había despertado.










–Así que eres de Manhattan, ¿eh? –dijo Zack.


–Pues sí, era estudiante en un instituto del centro, aunque hace bastante que no voy –explicó Jacqueline.


–¿Y eso? –preguntó Aline con interés.


–Llevaba un tiempo ingresada en el hospital y no sé muy bien si seguiré siquiera matriculada, jaja –dijo con una sonrisa. Parecía una persona agradable.


–¿En el hospital? ¿Y te estabas recuperando de alguna operación o algo así? –preguntó Mick.


–Leucemia –respondió ella, dejando de sonreír por un momento.


Un silencio se cernió sobre la mesa del grupo. Hasta Ryan, que siempre parecía ausente, se giró hacia la pelirroja.

–Pero no os alarméis –continuó ella–. Sé que suena un tanto fuerte, pero mis poderes me consiguieron curar…


–¿Cuáles son tus poderes? –preguntó Amanda.


–¿No os lo dijo Peter? –en ese momento las miradas se dirigieron al chico moreno–. Es agradable saber que aún hay gente discreta en el mundo –añadió, dedicándole una sonrisa.


En ese momento, Peter se sintió un poco ruborizado, aunque procuró no exteriorizarlo.


–Simplemente no me corresponde a mí explicarle a nadie la vida privada de una persona –respondió este, cruzando los brazos sobre el pecho en su típica posición a la defensiva.


–Pues de veras lo aprecio –continuó ella. A continuación, se dirigió al resto del grupo–. Mis poderes consisten en que, si me hiero o muero de alguna manera, entrando en contacto con otra persona mis heridas desaparecen pasando a ella.


–Pero entonces –comenzó a procesar Zack–, ¿quién…?


Sin embargo, antes de terminar su pregunta fue interrumpido por el acercamiento a la mesa de dos figuras. Una era de sobra conocida, tratándose de Zane. El otro era un adolescente de cabello negro brillante muy largo, recogido en una trenza lateral. Su tez era muy pálida y su altura dejaba mucho que desear.


–Chicos, este es Percival Xerxes –presentó el de los ojos verdes, con un aire más animado que de costumbre–. Se quiere unir al grupo.


–En realidad no he dicho eso –replicó el acompañante del ilusionista– no vengo a invadir el espacio de nadie.


–Bueno vale, me cae bien y quiero que se una, lo admito –replicó este.


–No veo problema, Jacqueline también se acaba de unir al grupo –dijo Mick.


–Hola, yo soy Jacqueline –respondió la sonriente pelirroja.


–Encantado, yo soy Percy, y puedo generar un aura defensiva que me protege de todo.


Y así, sin apenas darse cuenta, el grupo iba creciendo poco a poco, con gente de lo más variopinta. Y al final no importaba si eras humano, inhumano, mutante o cualquier otra variable conocida o por conocer. Daba igual quién fueras o lo que tuvieras, que fueras afroamericano, asiático, caucásico o hindú. Sólo hacía falta que quisieras sentirte parte de algo, que no quisieras estar solo. Y eso hacía únicos a aquellos chicos y chicas. Apenas se conocían aún, pero eso no era impedimento para que empezaran a apreciarse entre sí. Y precisamente ese sentimiento de hermandad era el que les llevaría de aventuras a partir de entonces.
Tras pasar la tarde de aquel sábado entre batidos e historias personales, cada uno se fue a su habitación. Aquel día no había pasado nada espectacular (quitando que Iron man se liara a bofetadas con Hulk), pero lo recordarían siempre con cariño por todo lo que se conocieron los unos a los otros. Aquel día se había consolidado el grupo.






EPÍLOGO


Eran las once de la mañana del domingo. Una figura alta, masculina, de pelo negro y enmascarada entraba al patio central del campus. Nuestro grupo de poderosos adolescentes estaba paseando camino al campo de baloncesto. Estaban a cierta distancia del sujeto, pero esto no fue un impedimento para que el aura dorada del mismo llamara la atención de Zack incluso de lejos. El intrépido chico se acercó con su característico aire extrovertido al visitante de las instalaciones, llamado por su curiosidad insaciable a entablar una conversación con aquel hombre.


–Hola, buenos días –dijo con una sonrisa y tendiéndole la mano–. Yo me llamo Zack y estudio aquí, ¿y tú eres…?


–Shock –respondió tendiéndole la mano–. Mi nombre es Shock.






Aquí en el epílogo presentamos con orgullo el segundo personaje enviado por un lector haciendo su cameo. En este caso se trata de Shock, creado con esmero y detalle por ERoy Wolf, autor que cuenta con un libro terminado sobre este personaje y un segundo que está en camino. Aún no le han publicado, ¡pero sin duda sabemos que es solo cuestión de tiempo! Desde aquí te enviamos un saludo muy grande, ERoy, y mucho ánimo.
En el siguiente capítulo, Shock provocará una cuestión en nuestros personajes que no se habían planteado hasta el momento, pero para saber de qué se trata tendreís que esperar un mes o con suerte, un par de semanitas. Gracias por vuestra paciencia y apoyo a todo el que está leyendo esto.

El equipo de New Generations.