Aquella mañana, antes de que
empezaran las clases, justo después de la jornada de presentación, todos los
estudiantes de la Academia Robert Reynolds (sí, al final se llamaba así, y no
Academia Anthony Stark) le habían dado sus maletas y otros equipajes a una
serie de robots con el logotipo de las Industrias Stark. Y esos mismos robots
les informaban automáticamente que sus pertenencias iban a ser depositadas en
las habitaciones que les habían asignado. Ahora eran las siete de la tarde y se
encontraba nuestro recién formado grupo delante de las pantallas holográficas de
la planta baja de la residencia principal (y de momento la única del campus),
que hacían a su vez de tablón de anuncios.
—¡Ojalá nos toque juntas, Amanda!
—Aline parecía entusiasmada.
Sin embargo, la chica rubia de
los brazos metálicos no compartía el mismo nivel de entusiasmo que su amiga. Y
no porque no quisiera que le tocara en la misma habitación con ella, sino por
todo lo contrario. Le aterraba la idea de tener que estar obligada a convivir
con una persona que no conocía de nada bajo el mismo techo. Su timidez, los
silencios incómodos… sería demasiado intenso para ella. Y por lo menos a Aline
le conocía, aunque fuera de tan poco tiempo y tuvieran personalidades tan
dispares. Era curioso cómo se hilaba todo juntando a todos los nuevos amigos
que había hecho.
Por otra parte, los chicos tenían
la mente puesta en otros detalles.
—¿Creéis que nos tocará una
chica? —aventuró Zack con cierto interés, propio de un chico de su edad.
—Sinceramente, dudo que coloquen
a chicos y chicas juntos en la misma habitación—respondió Peter—. Por mucho que
se le atribuya al señor Stark esa fama de mujeriego, no creo que le parezca
sensato juntar a gente de los dos géneros.
Justo en ese momento una especie
de persona-insecto pasó por su lado hablando tranquilamente con una chica
morena.
—Aunque tampoco tengo claro que a
algunos de nosotros se nos pueda catalogar por géneros, la verdad —añadió Zane
mientras que dirigía la vista al alumno híbrido entre especies.
—Pues a mí me encanta que haya tanta
variedad entre el alumnado, la verdad —dijo Lauren, que no había podido evitar
oírles—. Así es imposible aburrirse y conoces gente de lo más interesante.
¡Estoy deseando hablar con tantos como pueda!
—No, si no decía que no me guste
ver a personas así, sólo que de un vistazo no sabes si alguien es chico o chica
—se justificó Zane.
—Bueno, eso sólo lo hace más
divertido —añadió la pelirroja.
En ese momento la conversación se
vio interrumpida por una voz que salía del sistema de megafonía del hall en el
que se encontraban.
»Queridos
alumnos y alumnas de la Academia Robert Reynolds, os informamos de que el
reparto de habitaciones ya se ha llevado a cabo y nos disponemos a exponerlo en
el tablón holográfico principal, u Holotablón. Cualquier duda o queja existente
puede ser expresada en la oficina del director Banner. Muchas gracias por su
atención.
En ese momento, como predijo
aquella robotizada voz de mujer, apareció en el tablón un listado de alumnos y
habitaciones. Cada habitación sería ocupada por dos alumnos y resultó que el
edificio estaría dividido en dos alas distintas, una para los hombres y otra
para las mujeres. Nuestros amigos se acercaron todo lo que pudieron al tablón,
entre otros alumnos que intentaban descubrir a su compañero de habitación de
ese año. A Mike le sorprendió que la cantidad de alumnos era bastante escasa en
relación al tamaño de las instalaciones del campus. Estaba claro que Stark no
reparaba en gastos cuando se trataba de sus ideas personales y que además
esperaba que poco a poco se llenaran las instalaciones de otros alumnos
perdidos en sus propios cambios.
Y hablando de cambios, estaban a
punto de ocurrir unos cuantos.
—¿Quién diantres es David Stone?
—preguntó Zane, ajeno a la identidad del compañero que se le había asignado.
—Si eres capaz de decirme quien
es Percival Xerxes, te lo digo —respondió Zack con el mismo dilema.
—¿Es que a nadie le ha tocado con
otro de nosotros? —añadió Lauren—. No tengo ni idea de quién es Claire Sylar.
—Pues a Ryan y a mí nos ha tocado
juntos —dijo Mike—, y por lo que puedo observar, a Aline y a Amanda también.
—¡GENIAL! Lo pasaremos muy bien,
nos peinaremos, nos dejaremos ropa, hablaremos de chicos…
Y la silenciadora que hablaba por
los codos siguió parloteando a medida que se alejaba agarrando a Amanda por el
brazo, arrastrando a la pobre rubia en dirección a su futura habitación. El
resto del grupo se quedó perplejos como se iban las dos chicas en aquel
arrebato de energía de la morena
—La va a acabar matando, ¿verdad?
–dijo Zack.
—Por supuesto –respondió Peter.
—Tranquilos, chicos, me ha tocado
en el mismo piso que ellas, yo las controlaré –añadió Lauren—. Mejor voy detrás
de ellas. ¡Hasta luego!
Y al final, se habían quedado
solos los chicos por primera vez desde que se conocieron. Y fueron juntos hacia
los ascensores preparándose mentalmente para sus compañeros de cuarto.
Zack se bajó en el segundo piso,
al igual que Mike y Ryan, a los que les había tocado en el mismo. Por otra
parte, a Zane y a Peter les había tocado en el tercero. Del ascensor también se
bajaron junto a ellos el chico rubio de las hachas en los brazos y su amigo de sangre
traviesa, por lo que dedujeron que también les había tocado ese nivel de la residencia.
Peter y Chris se miraron. Se mantuvieron la mirada por unos pocos segundos.
Segundos suficientes como para que ambos pudieran oír en su imaginación es
sonido de sus armas en un choque no sólo de violencia, sino también de egos,
testosterona y orgullos. Sin embargo, en vez de llegar a las manos, o en su
caso a los filos, apartaron los ojos y siguieron su camino.
En un análisis del piso pudieron
observar que cada uno de ellos constaba de un número más o menos de unas 20
habitaciones que compartían un baño colocado cada cinco habitaciones.
Seguramente el resto de los pisos serían idénticos a ese. ya se lo preguntarían
a los demás. Peter y Zane tuvieron la suerte de que les tocaron habitaciones
vecinas, exactamente una delante de la otra dentro del propio pasillo, con lo
que si se necesitaran el uno al otro podrían ayudarse picando en la puerta de
enfrente. Aunque con toda seguridad esto no pasaría debido a la naturaleza
individual que compartían.
—Pues nos vemos —dijo Zane.
—Hasta la cena, supongo —respondió
el latino.
Peter se dirigió a la puerta. En
ese momento se dio cuenta de que no le habían dado ningún tipo de llave para
abrirla. Se quedó mirando un momento la puerta en busca de algún tipo de lector
de tarjetas o de huella dactilar, o similares, pero aun así no encontró
ninguno. En aquel momento un robot con el mismo diseño que había visto en el
vestíbulo y a lo largo y ancho del complejo se le acercó, como intuyendo por su
comportamiento la posible duda que pudiera tener.
—Las puertas están configuradas
biométricamente para que solo las puedan abrir sus inquilinos, así como los
profesores, el director y el propio señor Stark en el caso que así se
requiriera. Con colocar la mano sobre el picaporte la puerta reconocerá su
identidad instantáneamente y podrá entrar.
—Gracias… supongo.
—Friday está aquí para ayudar a
todos los alumnos, señor Gonzales. Cualquier duda que pueda tener no dude el
preguntárselo a cualquier unidad que encuentre a su alcance.
Y sin más, aquel pequeño robot
flotante se marchó en dirección a otro alumno más allá que parecía tener el
mismo problema que él con la puerta. También tenía el pelo en llamas, pero como
él parecía no preocuparse por ello, Peter no se iba a preocupar tampoco. Tal y
como le había dicho Friday colocó la mano en el picaporte de la puerta.
Esperaba que ocurriera algo, pero después de unos segundos de espera vio que no
pasaba nada. Entonces, simplemente giró el pomo y la puerta se abrió. No sabía
que le inquietaba más, si que el robot supiera qué se le pasaba por la cabeza o
que supiera su nombre. Y procedió a entrar en l habitación.
El cuarto era bastante amplio,
pero aun así era más pequeño que la habitación que tenía en casa de su padre,
allá en México. Un escritorio mediano, una ventana que daba a un patio interior
donde al parecer había una piscina y un chiringuito cerrados, ya que la época
de calor había terminado, un armario y una litera de dos camas. Pero lo que de
verdad llamaba la atención de la habitación era la maleta abierta en medio de
la habitación y a su dueño, que ya estaba metiendo su ropa en el armario.
Se trataba de un chico algo más
bajito que Peter, de pelo rubio color paja y ojos marrones. Su piel pálida
estaba plagada de pecas, especialmente por la zona de la nariz, aunque también
tenía unas cuantas en la zona de los brazos que su camiseta de manga corta
dejaba al descubierto. Por otra parte, su porte delgado y de apariencia frágil
daba la sensación de que era de una edad menor que la del moreno.
Sin darle tiempo a siquiera
reaccionar, el chico procedió a presentarse en cuanto vio aparecer a Peter.
—Tú debes de ser Peter, ¿verdad? —le
dio la mano con ímpetu—. Yo me llamo Charles Pierce, pero puedes llamarme
Charlie –soltó una risa–. Vi tu nombre en el Holotablón y me entró curiosidad por
saber cómo serías —volvió a soltar otra risita—. Ya verás, nos haremos amigos
en seguida. ¿Quieres la litera de arriba o la de abajo?
Estaba claro que “Charlie” era el
tipo de persona con el que Peter no acababa de casar. Aunque tampoco es que
casara con mucha gente. La pregunta ahora era si conseguiría aguantar al nuevo
fichaje de su vida o acabaría cortándolo en rodajas si le hacía enfadar de
continuo.
—La de abajo, supongo —respondió
con voz cortante.
—Uau, está claro que te cuesta
hacer amigos, ¿no, Peter? —y soltó otra risa.
—Mira, Charlie, te voy a dejar
las cosas claras. Soy una persona muy fácil de irritar y tú me pareces muy
irritante. Déjame mi espacio y puede que salgas entero de esta convivencia.
—Vale, vale, todo claro. ¿Tan
peligroso eres?
En ese instante, Peter se sacó
del brazo un espadón negro con el filo plateado y la empuñadura envuelta en una
venda blanca.
—Sí.
Pero en vez de amedrentar a
Charlie, la aparición de la espada no hizo más que fascinarle a un nivel un
tanto enfermizo. Acababa de nacer el primer fan de Peter, muy a su pesar.
—¡¡ES INCREIBLE!! ¡¿Puedes
sacarte más espadas?!
A modo de respuesta, el latino
levantó la mano que no estaba ocupada sosteniendo la espada y de los dedos de
la misma comenzaron a surgir cinco pequeñas hojas metálicas, una por cada dedo,
de forma perpendicular a las uñas.
—De todas las formas y tamaños —añadió
Peter.
A la hora de la cena, nuestros
ocho amigos quedaron para cenar en el comedor principal de la Academia. La
verdad es que parecía igual que cualquier otro comedor de instituto normal,
salvo por la aparente ausencia de mugre y de alguna plaga como ratas o la
aparición esporádica de alguna cucaracha. Se sentaron juntos en una mesa más o
menos centrada. Al igual que en todo lo demás, el comedor era demasiado grande
y equipado en comparación a la masa del alumnado. Estaban todos hablando de sus
habitaciones y de lo emocionados que estaban con la nueva vida que les
esperaba. En aquel momento Charlie se acercó a saludar a Peter.
—¡Eh, Cuchillos! ¿Estos son tus amigos?
Peter no pudo evitar poner los
ojos en blanco antes de girar la cara en la dirección de la que venía la voz
plagada de gallos de su compañero de litera.
—Hola otra vez, Charlie.
—¿Este es tu compañero de cuarto,
Pete? —dijo la pecosa—. ¿Qué tal? ¡Yo soy Aline, siéntate con nosotros Charlie!
—Bueno, mis amigos me están
esperando, pero puedo quedarme unos minutos.
—Cuéntanos, ¿qué poderes tienes?
En ese momento Peter se dio
cuenta de que se le había pasado preguntárselo, aunque tampoco le importaba demasiado.
—Pues veréis, mis poderes son
complejos. Básicamente puedo introducirme en cualquier ser vivo, y si es un
animal puedo controlar su cuerpo y además potenciar sus características. ¡Fue
muy divertido cuando se manifestaron mis poderes! –soltó una carcajada– Me metí
en el gato negro que teníamos en casa de mascota y a mi madre casi le da un
infarto cuando entró en mi habitación y vio a una pantera negra parlante que le
decía con la voz de su hijo: “¡Tranquila mamá, soy yo!”
En aquel momento todo en el grupo
salvo Ryan y, por supuesto, Peter, no pudieron evitar reírse con la anécdota
—Pero en cambio —continuó—, si me meto en una persona puedo
hacer una de las dos cosas: o puedo controlar su cuerpo o puedo potenciar sus
habilidades pero esa persona aún tendría la razón en su sitio.
—Es un poder, cuanto menos,
interesante —añadió Lauren—. ¿Y cuántos años tienes? Es que pareces más joven
que nosotros que tenemos 17.
—En realidad tengo 16, voy un
curso por debajo de vosotros.
En aquel momento, el rubito de la
risa continua no pudo evitar mirar detrás de donde estaba Peter. Había un grupo
de chicas que estaban cuchicheando entre sí. Una de ellas carecía de cabello,
mientras que otra parecía estar hecha de un conjunto de diferentes plantas y
flores y el tono verdoso de su piel daba la sensación de que por sus venas
corría savia. Pese a esto, o mejor dicho, debido a ello, un interés por esa
chica fotosintética surgió dentro del joven señor Pierce. Sin embargo, estaba
bastante claro que ellas estaban interesadas en un fornido y exótico compañero
de habitación.
—Uau, está claro que tu éxito con
las chicas es a tener en cuenta, ¿eh, cuchillos?
Peter se giró en la dirección en
la que miraba el otro. Cuando las chicas se percataron de que habían sido
pilladas en medio de sus vistazos indiscretos al chico de piel tostada dejaron
de mirarle con un poco de vergüenza en sus rostros y unas risitas nerviosas se
propagaron entre ellas.
—Supongo. Bah —respondió el
pelilargo con indiferencia.
—Bueno, chicos, ha sido un placer
conoceros, pero me llaman mis amigos de clase –concluyó Charles.
Todos se despidieron de él y
mientras se alejaba para juntarse con un grupo de chicos comenzaron a comentar
lo que se les pasaba por la cabeza. Lauren comenzó:
—Me cae muy bien tu compañero, Cuchillos
—dijo la pelirroja con una sonrisa pícara.
Ante el comentario una hoja de
espada comenzó a salir del antebrazo derecho de él.
—Como a alguien más se le ocurra
llamarme así va a acabar a taquitos —respondió con sequedad.
—Bueno, tú por lo menos ya
conoces al tuyo. El mío aún no se ha presentado en el cuarto y su maleta sigue
sin abrir —dijo Zane.
—Pues… Yo… –intervino Zack —. Yo
no puedo ver el aura de mi compañero.
Todos se quedaron en silencio.
Una vez terminadas un par de
clases que tenían por la tarde, Peter se dirigió a su nuevo cuarto. Creía que
hasta entonces el día había sido raro, pero que un lagarto gigante antropomorfo
con seseo a la hora de hablar no ayudaba a fomentar un status quo en su vida diaria. Por lo menos aún guardaba la esperanza
de que el inaguantable de su compañero no hubiera llegado a la habitación
todavía y que él pudiera dormirse antes de que llegara para que la convivencia
fuera la menor posible.
Pero una vez que abrió la puerta,
no sólo estaba Charlie, sino que lo que pasó a continuación fue completamente
irreal.
—Lo siento mucho, Pete.
Y sin mediar más palabra se lanzó
hacia el mexicano y entró en él como quien se tira a una piscina. De pronto, ya
no había dos personas en la habitación, sólo una.
—Sé que aunque controle tu cuerpo
eres perfectamente consciente de lo que pasa y me estás escuchando, Peter, y
quiero que sepas que no es nada personal —aunque la voz salía del cuerpo de
Peter estaba claro que el que hablaba era Charlie—, pero imagínatelo: ¡con mi
encanto y tu apariencia atrayente no habrá ni una sola chica que se nos pueda
resistir! —una de las típicas risas del rubio pero con la voz del moreno salió
del cuerpo que compartían.
Aunque no era capaz de controlar
ni sus extremidades, la furia de Peter creció con sólo escuchar aquella risa
saliendo de su cuerpo.
—Es más, vamos a probar mi teoría
ahora mismo: ¡vamos a colarnos en los dormitorios de las chicas!
No se presagiaba nada bueno…
Lo que poca gente sabe sobre los
poderes de Charles Pierce era lo que pasaba una vez que controlaba a alguien.
Una vez que pasaba esto su consciencia se dividía en dos partes: una que se
dedica enteramente a controlar al sujeto que posee y otra que se dedica a
luchar contra la mente del poseído, que siempre tiende a recuperar el control.
Y no iba a ser de otra manera con el señor Gonzales. Cuando la parte de la
consciencia de Pierce apareció dentro de la mente de Peter lo que vio le dejó
impresionado. Su paisaje mental era de lo más raro que había visto nunca: se
trataba de una llanura de campo extensa, que abarcaba hasta donde alcanzaba la
vista en la que sólo había tres cosas: un árbol precioso y dos puertas que se
erguían sobre la hierba y que parecían capaces de abrir el aire. Al lado del
árbol estaba la figura de Charlie, que había aparecido dentro de la mente del
latino. A los pies del árbol se encontraba Peter, con el cuerpo atado por
cadenas y tirado en el suelo. Charlie le miró y vio que no era capaz de
soltarse por más que forcejeara.
—Está claro que no tienes
entrenamiento psíquico, compañero.
—Te juro, Pierce, que en cuanto
me libre de ti y salgas de mi cuerpo te voy a destrozar. Vas a ser carne
picada.
—Relájate, pequeño chico de las
espadas. Será divertido, ya verás. ¿Por cierto, ¿qué son estas puertas? Nunca
las había visto. La mayoría de la gente lo tiene todo desperdigado en la cabeza
pero tú pareces tener un orden.
—Ni se te ocurra entrar por
ellas, chaval, te lo digo por tu bien.
—Por favor, que soy el rey de las
mentes, no me va a pasar nada.
Charlie se acercó a una de las
puertas. La abrió y en ella encontró un desierto. Era exactamente igual que la
llanura de prado detrás de él pero de arena. Sin embargo, a diferencia de la
anterior, esta parecía tener diferentes objetos sobresaliendo de las dunas.
—Así que escondes tus recuerdos
de mí bajo arena, ¿eh? Está claro que si no eres capaz de librarte de mí es
porque gastas gran parte de tu energía en llenar los cajones para no dejar nada
a la vista. Pero tampoco me interesan tus intimidades. Vamos a ver qué esconde
la otra puerta, eso sí que me produce interés.
—No. Por favor, no entres ahí.
Haz lo que quieras, pero no entres.
—¿Tan importante es lo que
escondes? Eso no hace más que aumentar mi curiosidad.
Se acercó a la puerta lentamente.
Le daba la sensación de que unas pequeñas vibraciones salían de la misma. Su
mano se posó en la manilla y la abrió.
En el exterior, otra trama estaba
teniendo lugar. Charlie/Peter había bajado por el ascensor y cruzado el hall en
dirección a la parte femenina del edificio. Técnicamente los chicos y las
chicas podían estar en los dormitorios del género opuesto hasta las 10 de la
noche, que era el toque de queda, tras el cual tenían que separarse, aunque
dentro del ala de cada género podrían pasar de una habitación a otra sin
problema hasta la medianoche, hora a la cual cada uno tenía que estar en su
cama y comenzar a dormir. Ahora eran las nueve y media. Charlie/Peter subió por
el ascensor hasta el segundo piso del ala femenina y salió al pasillo. Allí se
encontró a otro grupo de chicas diferente al de la cena, por lo que no se
encontraba entre ellas la chica-planta. Sin embargo, con la confianza que le
daba tener la apariencia exótica del latino se dirigió a ellas para entablar
una conversación.
Volviendo a la mente de Peter, Pierce
decidió abrir la segunda puerta, regia e inmutable, levantada en medio de la
nada que se extendía por aquella pradera verde bajo el gris y nublado cielo. Lo
que vio le dejó estupefacto. Una especie de cueva oscura se extendía delante de
él. Debido a la oscuridad y a la consecuente falta de visión, decidió dar un
paso hacia adelante en pos de investigar el terreno. Sin embargo, en el momento
en el que atravesó completamente la puerta, esta se cerró tras de sí y
desapareció, desvaneciéndose en el aire, como si nunca hubiera existido. La
oscuridad le rodeaba. Pero no por mucho tiempo. Al momento se encendieron unas
antorchas en las paredes de la cueva. Y su sorpresa aumentó aún más.
—¿Cómo va eso? —dijo el Charlie
consciente a las chicas del pasillo.
Ellas parecían claramente
emocionadas ante el interés que creían que Peter les estaba brindando, ya que
además parecían de la misma edad que Charles, con lo que eran aún más
impresionables.
—Pues todo muy bien, chico guapo,
¿qué te trae por aquí? —dijo la que parecía la líder del grupito.
—Pues he venido a investigar el
terreno y a ver que no estáis haciendo ninguna gamberrada ni ninguna fiesta,
señoritas —respondió el con la voz más encantadora que pudo con el grave tono
de voz de su nuevo cuerpo.
—¿Y si lo estuviéramos haciendo?
¿Estaríamos siendo malas? —siguió la chica. El pelo de ella en ese momento
cambió de color, pasando de un tono castaño a uno rubio, de un color más
intenso que el del cuerpo original de Charlie.
—Pues sí, y tendría que daros una
lección.
—Pues adelante, ven aquí y
explícame esa lección —continuó ella.
Entonces Charlie se acercó a la
chica del pelo de color cambiante tímidamente, pese a la confianza que le daba
estar en otro cuerpo, ya que en el fondo nunca se había atrevido a hablarle así
a una chica. Las cabezas de los dos se acercaron poco a poco
La cueva estaba hecha de espadas.
Las paredes, el techo, el suelo, incluso las antorchas no eran más que espadas
sobresaliendo de las paredes con fuego en la punta. De todos los colores,
tamaños y formas. Pero siempre espadas. Miró a su alrededor. Por donde había
desaparecido la puerta no quedaba más que una pared de espadas unas pegadas a
otras. En el sentido opuesto, sin embargo podía ver que la cueva se extendía
formando el pasillo más afilado de la historia, pero de momento era la única
dirección posible a seguir, así que empezó a caminar. Tenía que tener mucho
cuidado de ver dónde pisaba, ya que el suelo era muy irregular debido al
relieve de las empuñaduras de las armas que formaban la plataforma en la que
reposaban sus pies. Se dirigió entonces por aquel pasillo aceroso hacia lo
desconocido. El aire a su alrededor olía a metal, un olor similar al que te
viene cuando sangras por la nariz y detectas el hierro en ella. Era como si una
atmósfera de guerra y sangre estuviera en el ambiente.
Llegó al final del pasillo y
observó que terminaba en una habitación. Se trataba de una cúpula de altura
considerable y de diámetro aún mayor. Y en el centro de la habitación, también
iluminada por aquellos fuegos fatuos que salían de los filos, se hallaba una
charca de agua pura, cristalina. El rubio se acercó hasta ella y se asomó. El
agua empezó a oscurecerse más y más. Y una sombra se irguió como una ninfa
caminando por el agua. Pero, al contario que una ninfa, el ser que surgió de
las aguas no tenía una forma definida, aunque era antropomorfo, como un titán
hecho del mismo material del que se hacen las pesadillas. De la sombra emanó
una voz de ultratumba.
—FUERA DE ESTE TEMPLO. NO ERES
BIENVENIDO.
Y, sin más, la figura de Charlie
desapareció.
Estaban a escasos centímetros de
besarse. El corazón “alquilado” del joven Pierce latía con fuerza a un ritmo
algo más rápido de lo normal. Sin embargo, el pretendido momento de placer se
vio interrumpido inevitablemente. Del pecho del cuerpo de Peter salió, como
impulsado por un muelle, el pobre Charlie, expulsado de la mente y organismo
del Mexicano cual estornudo, con la mala suerte de caer encima de la pobre
chica, que se golpeó contra el suelo, quedando inconsciente y su pelo
volviéndose marrón de nuevo. Tras el susto, Charlie miró a Peter con ojos
asustados.
—¡¿Pe-pero tú que tienes dentro?!
—Más te vale correr —le respondió
el otro, mientras se sacaba dos espadas de las muñecas y un montón de cuchillas
sobresalían por sus extremidades y espalda.
La siguiente imagen era la de un
chico rubio y pequeñajo huyendo de un hombre erizo metálico por un pasillo en
el cual aparecían cada vez más chicas por las puertas del pasillo, alertadas
por el estrépito. Y la imagen posterior a esa era la de dos robots Friday, uno
proyectando dos celdas de luz densa alrededor de cada chico a modo de
contención y el otro proporcionándole asistencia médica a la chica de pelo
cambiante.
—Les informo que ustedes han sido
contenidos sin usar la fuerza y serán llevados ante el director Banner por su
comportamiento. Jovencitos, están castigados.
EPÍLOGO
Friday depositó a los dos alumnos
conflictivos delante de la mesa del director Banner, en su despacho. Estaba
claro que habían molestado a Bruce, ya que este tenía cara de pocos amigos
(cosa poco recomendable en un Hulk) y además se hallaba en pijama.
—Mientras me levantaba de la cama
de mi habitación dentro de la residencia de profesores y me veía obligado a
venir aquí a toda prisa, he tenido tiempo de ver por encima sus casos
individuales, caballeros. Friday me ha explicado el incidente y el registro de
la cámara del pasillo y he venido con una solución para todos.
—¿Nos cambiara de compañero?
—No, señor Gonzales, tienen que
aprender a convivir juntos, aunque no se lleven bien. Será parte de su castigo.
—A mí me cae bien Pete —dijo
Charlie.
—Agh, cállate —replicó Peter.
—Calma, señores. Señor Pierce,
por su parte, a modo de castigo hará trabajo extra ayudando en la limpieza del
comedor durante los próximos dos meses. Hable con los encargados de limpieza
para ver en qué puede ayudar. Puede marcharse.
–Sí,
señor director.
–Llámeme
Bruce.
El rubio asintió y se marchó por
la puerta.
—Por su parte, señor Gonzales,
está claro que vivir con el señor Pierce es castigo más que suficiente, ya que
no fue culpa suya el incidente. Sin embargo, está claro que los destrozos que
ocasionó después sí que son su culpa. Así que queda claro que usted necesita
entrenamiento especial de sus pintorescas habilidades, así como de su
contención de la ira. Y para ello le asignaré a un entrenador especial que le
ayudará a afilar, nunca mejor dicho, sus asperezas personales. ¿Puede pasar?
Y se abrió la puerta una vez más,
pero esta vez fue una figura vestida de tonos blancos la que entró por esa
puerta. Peter Abrió los ojos con sorpresa.
—¿Él?