¿En qué momento había acabado teniendo que
hacer equipo con los raritos de la escuela? David no sabía para qué le habían
hecho llamar exactamente, pero tal parecía que iban a hacer un show de circo
con los estudiantes. Estaban el pesado de su compañero de habitación, el emo
silencioso, el pringado que se volvía agua, el bruto de las espadas, la
rubia-arma de destrucción masiva, la tía rara que se volvía chico, y el loco de
las hachas, entre otros.
Bueno, la verdad era que no todos le caían
totalmente mal, pero la inmensa mayoría sí. Lo más interesante era que,
curiosamente, estaban en silencio y expectantes por saber qué les diría el
Director Gorila Verde. ¿Acaso era él el único que no sabía por qué les habían
llamado?
Bueno, sus dudas se aclararían cuando llegasen
los profesores.
—Perdonen por hacerlos esperar, alumnos. Ya
estamos aquí.
Por la puerta del improvisado nuevo despacho
de Banner entraron el rey de Wakanda, Amadeus Cho y el propio director,
seguidos de…
—¿¡Qué hace aquí El Castigador!? —se asustó
Tyler, que procedió rápidamente a darle su posición a Cassidy —. Qué generoso
eres cuando te conviene, hermanito —dijo su contraparte con sarcasmo. Esos
“dos” siempre le daban mal rollo.
—Algunos aún no habéis tenido clase con él,
pero el señor Frank Castle será vuestro profesor de Educación Física en cursos
superiores —explicó Banner.
—Vamos, que os haré correr, sudar, luchar y
sangrar en cantidades asgardianas durante dos horas semanales —el fornido
hombre sonrió siniestramente—. Seguro que nos lo pasaremos genial.
—Independientemente de eso —continuó Cho—,
estáis aquí, como ya supondréis, porque habéis sido seleccionados para
enfrentaros al nuevo ejército de Kingpin según las reglas que nos han exigido.
Lamentamos mucho que tengáis que ser vosotros quienes os enfrentéis a villanos
como esos, pero no nos queda otro remedio. A fin y al cabo, es eso, o condenar
a muerte a todos los estudiantes…
—Disculpadnos por nuestra inutilidad —completó
la frase T’Challa.
David sintió que iba a vomitar de la risa. Ver
a un rey como supuestamente era Pantera Negra pedir disculpas a unos
estudiantes era una situación absurda y divertida a partes iguales.
—¿Y si nos decís a quién tenemos que derrotar,
y punto?
—Le veo impaciente, señor Stone —dijo Banner—.
Me temo que una buena explicación requiere su tiempo, así que haga el favor de
contener su sed de sangre.
Tras esto, el a veces hombre a veces monstruo
explicó con todo lujo de detalles las condiciones en las que debían enfrentarse
a Kingpin y los otros villanos. Les dijeron también que deberían realizar un
entrenamiento intensivo.
—Sin embargo, tengamos en cuenta que la
primera batalla será ya la próxima noche, por lo que no tendremos mucho tiempo
para prepararnos. Les he asignado a cada uno de ustedes un tutor personal en
base a sus habilidades, y dedicarán todo el día de mañana a entrenarse. ¿Lo han
entendido?
—Sí —dijo Chris.
—Yep —confirmó Zane.
El resto se limitó a asentir.
—Entonces, retírense a sus habitaciones e
intenten dormir. La de mañana será una larga jornada.
—¿En serio? ¿Usted?
—Sí. Yo. ¿No te valgo como maestro, chico?
—Sí, sí, si es genial, pero… No me lo
esperaba.
—Bueno, soy un hombre ocupado, comprendo que
pensases que no tengo tiempo para estas cosas, pero me temo que la situación es
lo suficientemente urgente para que se requiera mi ayuda.
—No es eso… Es decir, usted es el mago más
poderoso del mundo, ¿no? Señor Strange.
Stephen se cruzó de brazos y acarició su
barbilla.
—Bueno, Zane, ser el Hechicero Supremo me
convierte, técnicamente, en el mago más poderoso, sí. Pero bueno, los hay más
habilidosos, a mi forma de ver.
Zane estaba impresionado. Hacía mucho que no
se sentía tan emocionado. Stephen Strange era un hombre al que respetaba
profundamente. El detalle de que sentía mucha curiosidad también podía tener
algo que ver.
—Entonces… ¿Me va a enseñar hechizos?
¿Maldiciones? ¿Encantamientos?
—No tengo tiempo para enseñarte los secretos
de la magia, chiquillo. Te recuerdo que podrías estar luchando en menos de doce
horas. En su lugar, te voy a enseñar a canalizar tu poder.
—Pero, no es por ser descortés, pero… Ya
controlo mis poderes a la perfección…
—No hablo de controlarlos. Hablo de
canalizarlos. Que no es lo mismo. Tu poder es increíble similar en estructura a
la magia que practicamos los hechiceros. Así que puedo enseñarte a utilizarlo
de forma similar.
—¿Entonces sí me vas a enseñar magia?
—Digamos que… Algo parecido. Tan solo hazme
caso, concéntrate, e imagínate una cuerda naciendo en tus manos.
—Parece que me han asignado uno difícil.
—Ehm… Bueno, yo…
—¿Qué? ¿Te doy miedo, chico?
—Bueno…
Mick no sabía cómo reaccionar ante la idea de
tener a la Viuda Negra como profesora.
—Escucha, Michael. Tus poderes son muy útiles,
pero eres demasiado inocente para desenvolverte bien en una batalla contra un
villano. Esos tipos son astutos, tramposos e inteligentes, y si te pueden
clavar un cuchillo por la espalda, les parecerá, sin lugar a dudas, una mejor
opción que atacarte de frente.
—Pero… No pueden clavarme un cuchillo en la
espalda, soy líquido.
La Viuda suspiró profundamente.
—Era una metáfora. Ya sé que no te pueden
cortar, arañar, desgarrar, desmembrar ni mutilar. Pero ellos no lo saben, y es
mejor que siga siendo así. ¿Entiendes a qué me refiero?
—Sí…
—Bien, comencemos entonces tu entrenamiento
para ser un buen espía.
Las espadas chocaban sin descanso en la sala
de entrenamiento del Supervisor.
—¡Hoy te veo motivado, Gonzales! ¿Con ganas de
una buena batalla?
Saltaron chispas al cruzarse los aceros.
—Debo luchar para protegerles a todos
—respondió el chico con el ceño fruncido.
Masters se detuvo.
—Estás demasiado tenso. Debes mantener la
calma durante la batalla.
—¿Van a matarnos a todos y quieres que esté
calmado?
—Se llama “entereza en combate”, chico. Si no
mantienes tu mente fría, nunca vencerás a un oponente fuerte. Cuando luchas, literalmente
te vuelves loco. Lo sé porque la misma furia se apodera de mí al imitar tus
movimientos.
—¿Y eso es malo?
—Es bueno cuando eres superior, pero si tu
enemigo es mejor que tú… Reduce aún más tus posibilidades de victoria.
Desgraciadamente, mi especialidad es copiar, así que me temo que no podré
enseñarte correctamente a vaciar tu mente. Para eso necesitas la ayuda de un
esgrimista de verdad. He solicitado al director que traigan a un viejo conocido
mío. Con un poco de suerte, igual no eres el primero en salir a morir, y puede
darte alguna lección. Hasta entonces…
Supervisor desenvainó su arma de nuevo, al
tiempo que Peter extraía un mandoble de su plexo solar. Ambos, maestro y
alumno, se abalanzaron el uno contra el otro sin vacilar.
David ingresó en la que se suponía que iba a
ser su sala de entrenamiento.
—Y, bueno, ¿dónde se supone que está mi
entrenador?
—Deberías revisarte la vista, Stone. Estoy
justo detrás de ti.
Alarmado, David se dio media vuelta
rápidamente, solo para encontrarse con un puño rojo a punto de impactar contra
su cara. El pelinaranja se apresuró para cubrirse con un brazo… El puñetazo le
dio de lleno.
Cayó al suelo, aturdido por el certero golpe,
y solo atinó a mirar hacia arriba. No tardó en recuperarse.
—Reconocería esa voz tuya en cualquier parte.
¿Qué haces aquí?
—Soy tu entrenador.
—¡Ja! ¿Tú? No necesito nada de ti… Daredevil.