15 sept 2016

New Generations #010. De nombres va la cosa (parte 2)

La situación era muy incómoda para Lauren. Una mujer wakandiana tomaba sus medidas con una cinta métrica, método algo anticuado para el país con la tecnología más avanzada del mundo.
—¿Podría pasar a la sala de al lado para que hagamos un reconocimiento de sus habilidades, señorita?
—¿Por qué tanta complicación para unos trajes de entrenamiento?
—Como el director Banner dijo la semana pasada en el salón de actos, es necesario hacer trajes que se adapten a vuestros cuerpos y necesidades, para potenciar al máximo posible vuestra capacidad. Todo es por el bien de vuestro progreso en la academia.
—Si vosotros lo decís… —se resignó ella.




—¿Qué está pasando aquí? —se quejó Charlie— ¿Podéis dejar de sobarme, por favor?
—Tranquilícese, señor Pierce. Tan solo estamos tomando sus medidas físicas para diseñarle un traje que se ajuste perfectamente a usted.
—¡Me vuelvo intangible! ¡Con mi ropa normal me basto y me sobro!
—¿Y si te ves forzado a salir del cuerpo que estés poseyendo y todo el mundo te ve desnudo? —se rió Zane—. ¿No sería eso más vergonzoso?
No hizo falta insistir mucho para que el rubio se quedase quieto y permitiese operar a los wakandianos.




Tras media hora de espera, les dijeron que podían irse, y se reunieron todos en la cafetería.
—Por el amor de Dios… Eso ha sido raro —protestó Aline al tiempo que le daba un respingo.
—Y que lo digáis, ha sido muy vergonzoso… —dijo Amanda avergonzada mientras Mick le frotaba la espalda para reconfortarla.
—Vamos, chicas, no creo que haya sido para tanto… —trató de tranquilizarlas Jacqueline.
—Sinceramente, a mí hay algo que me preocupa más —comentó Zane.
—Sí, a mí también… —concordó Peter.
—Es una cuestión interesante de debatir, sin duda —añadió Zack.
—¿Cuáles son vuestras medidas? —preguntó Charlie, pero se vio obligado a callarse después de que los otros tres le golpearan la cabeza al ritmo de “¡No nos referíamos a eso!”
—Ejem —continuó Zack tras aclararse la garganta—. Nuestra pregunta real es…
—¿Cómo ha llegado este aquí? —preguntaron los tres a coro al tiempo que señalaban a la inmensa masa pseudo humana de nieve que estaba sentada con ellos en la mesa de la cafetería.
El ser ni se inmutó, por cierto.
—Ni idea —respondió Mick—. Cuando me di cuenta, ya estaba ahí.
—Si queréis nos vamos —dijo una voz de detrás del monstruo.
—¿Eh? ¿Quién ha dicho eso? —preguntó Charlie mientras daba saltos en su asiento para mirar.
—Estoy aquí —le respondió la voz al tiempo que su dueño se ponía en pie para que pudieran verle —. Soy David Stone. Recordad el nombre, pero no lo gastéis. Comparto habitación con ese rarito de ahí —dijo señalando a Zane.
—Oh, vamos, David. Señalar a la gente con el dedo es de muy mala educación. Especialmente viniendo de ti. Además, ya te conocen, lo que les extraña es que estés comiendo con nosotros.
—Bueno, los otros idiotas me están resultando molestos últimamente. El único que se salva es Ngozi, ¿a que sí, grandullón?
El pelirrojo golpeó la espalda del monstruo, pero la criatura ni siquiera reaccionó.
—La cosa es que comeremos aquí por un par de días, ¿vale, pringados? Ngozi dijo que quería venir con vosotros.
El gigante siguió sin reaccionar.
—Ehm… ¿De acuerdo? —dijo Zack.
—¡Daaaaaviiiiid! ¿¡Dónde estás!?
Zane se golpeó la cabeza contra la mesa al escuchar la voz de Claire llamando a su compañero.
—Y ahora la gorgona se cree una sirena… ¿Por qué tiene que ser tan irritante incluso para hablar?
—¡Te he oído, Cross!
—¡Lo sé!
La chica del cabello transformable se acercó a su mesa acompañada de su séquito.
—¿Qué os pasa? ¿Ahora nos vendéis por estos?                                                       
—Yo no vendo a nadie. Voy con quien quiero y cuando quiero. ¿O es que ahora eres mi jefa? —el desafió el chico.
El pelo de la joven pasó de un azul marino similar al mar tormentoso a un rojo fuego que solo reflejaba ira e indignación. No obstante, respiró hondo y trató de calmarse.
—Está bien… David, ¿podrías venir con nosotros un momento? ¿Por favor?
A pesar de la cortesía en sus palabras, el color de su pelo reflejaba su estado de ánimo real a la perfección. El aludido se encogió de hombros y, levantándose del banco, siguió a la chica.
—Ven, Ngozi. Podéis terminaros mi almuerzo si queréis, pringados. Ya no quiero más.
Tras decir eso, todos ellos se retiraron de la cafetería.
—No sé si darle las gracias o pegarle —dijo Zack mientras tomaba la manzana de su bandeja.
—¿Y si hacemos las dos? —propuso Aline mientras se terminaba su plato de arroz.
—O podemos dejarles en paz, dan algo de miedo… —opinó Charlie, mientras tomaba tímidamente el yogur de David.
—¡Ja! ¿Te dan miedo unos cuantos abusones y vas a ser superhéroe? —se mofó ligeramente Zack.
—¡Eh! ¡Cuando yo sea el gran Fantasma Dorado, nadie podrá derrotarme!
—¿¡FANTASMA DORADO!? JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA —Zane empezó a reírse desconsoladamente —¿No tenías un nombre más cutre?
—¿Hombre Intangible?
—Demasiado obvio.
—¿Phantom?
—Muy mainstream.
—¿Ozymandias?
—Muy DC.
—¿Cuarta pared?
—He pillado la indirecta. Y no.
—¿Booster?
—Ese ya suena mejor —opinó Zack—. ¿Nunca habéis sentido curiosidad sobre cómo os llamará la gente cuando seáis superhéroes?
—¿Y si no vamos a volvernos superhéroes? —preguntó Ryan cortantemente—. Yo solo quiero controlarlo.
—No hay nadie con superpoderes que no se haya ganado alguna vez un sobrenombre. Ya sea como héroe, como villano, o como persona que recibe bullying en el instituto —comentó Lauren entre risas—. Vamos a tener uno en algún momento, vale más que sea algo que nos guste.
—¿Cuál te pondrías tú, Lauren? —preguntó Amanda.
—Acuarela. No sé, me gusta. Me parece que tiene estilo.
—Te pega —comentó Zack—. Yo siempre quise llamarme Mind-Meister.
—¿No hubo ya alguien con ese nombre? —preguntó Mick.
—Mind Master sí, muchos, pero no Meister. Meister es “maestro” en alemán, pero también implica ser el “campeón” o el “primero”. Engloba más campos.
—Guau… —se impresionó Zane—. Tus delirios de grandeza van más allá de lo que creía.
—Ja. Ja. Ja. ¿Tú cómo piensas llamarte, Cross?
—As de Picas —respondió con tranquilidad, al tiempo que se sacaba la susodicha carta de la nada—. Era el sobrenombre que utilizaba mi maestro.
—¿Maestro? —preguntó Mick.
—Larga historia. ¿Tú cómo piensas llamarte, rubio? Porque Hydroman ya está cogido.
—Dragonet… Es un pez muy exótico. Y suena bien.
—Tiene estilo, no te lo niego. ¿Aline?
—Mordaza —respondió la pecosa con orgullo—. ¿Qué, a que os he dejado con la boca abierta?
—No sé qué es peor, si el nombre, o el chiste —comentó Zack entre risas—. ¿Tú qué nombre querrías, Amanda?
La rubia se encogió de hombros, avergonzada.
—La verdad es que no lo he pensado…
—¡Sunbeam! —gritó su mejor amiga—. ¿No le quedaría genial?
—Sí… —musitó Mick.
—Adjudicado, entonces —rió Zack—. Venga, Peter, es tu turno. ¿Cuál te ponemos…?
Sin embargo, cuando vio a Peter, la alegría abandonó el corazón de Zack. El chico estaba dejando salir filos de todas sus articulaciones, y miraba a todas partes con desconfianza.
—Chicos. Algo se acerca.
Y en efecto, así era, pues escasos segundos después de que el pelinegro  pronunciase esas palabras, un ensordecedor estallido retumbó por todas partes.

Algo acababa de hacer explotar la academia.

2 sept 2016

New Generations #010. De nombres va la cosa (parte 1)

—Shock. Me llamo Shock.
Zack permaneció en silencio durante unos minutos, a la espera de que el desconocido le diese alguna explicación sobre por qué estaba ahí o cómo había llegado. Al ver que eso no ocurría, optó por preguntarle él directamente.
—¿Cómo has llegado aquí?
—Eso no es de tu incumbencia…
El tal Shock se dio media vuelta, y se impulsó para volar, pero, al elevarse del suelo, tosió sangre y volvió a caer. Zack, preocupado, puso el brazo del misterioso hombre alrededor de sus hombros, y se dirigió al edificio del instituto.
—¿A dónde me llevas?
—A la enfermería. ¿Cuál es tu nombre? Debería decírselo al doctor.
—Shock.
—Me refiero a tu nombre real.
—Shock.




—Entonces… ¿Cómo le va a nuestro desconocido amigo? —preguntó Zane.
—Sigue en la enfermería. Al parecer llegó a la escuela por error mientras huía de algún sitio. Pero se niega a dar más información…
—No me parece de confianza —comentó Aline—. Es algo sospechoso…
—Cierto —concordó Percy—. Creo que deberíamos investigarle un poco.
—Me da igual, la verdad —dijo Peter—. Cuando se recupere se largará, y punto.
—O no —aportó Lauren—. Ni siquiera sabemos si en realidad es un héroe. ¿Y si es un villano?
—¿Qué clase de villano iba a meterse en un edificio lleno de superhéroes para recuperarse de sus heridas? —cuestionó Zack.
—Nitro, para luego hacer “¡BOOOM!” —bromeó Zane. Dejó de reírse al ver que no le hacía gracia a nadie—. Ok, chiste negro. Lo siento, ya me callo.
—Volviendo al tema principal —continuó Zack como si nada hubiese pasado—. ¿Qué hacemos con el recién llegado?
—¿No deberían tomar esa decisión los profesores en lugar de nosotros? —dijo Amanda.
—Eso… —añadió Mick.
—¿Por qué no vamos a preguntarles directamente? —propuso Lauren—. Podríamos ir a er al director Banner, o al profesor Rogers…
—No es mala idea, pero tampoco es plan de ir todos —dijo Zack—. ¿Por qué no vamos Ryan, Lauren y yo?
—¿Por qué tengo que ir yo? —preguntó el callado pelinegro.
—Porque te vendrá bien un poco de interacción social. Y porque lo digo yo. Venga, vamos.



Zack pensó que se le iba a desencajar la mandíbula.
—¿Ya se ha ido?
—Sí —respondió Banner—. Cuando despertó, se marchó sin decir nada. No sabemos quién es ni de dónde viene. Ni siquiera si volverá o no.
—No le veo muy preocupado, director —comentó Lauren.
—La verdad es que no. Si es amigo, será siempre bienvenido, y si es enemigo… —los ojos del científico se iluminaron con un tono verde brillante —. No sabe lo que le espera.
Lauren y Zack tragaron saliva pesadamente. Ryan permaneció estoico.
—Director Banner —dijo este último para la sorpresa de todos los presentes—. Hay algo que me gustaría discutir con usted personalmente.
—Por supuesto. Chicos, salid del despacho, por favor.
Extrañados por la repentina aportación de Ryan, ambos adolescentes obedecieron al director.



Las chispas saltaban al ritmo del choque de las espadas. Supervisor y Peter se enzarzaban en un combate de entrenamiento aún más frenético  de lo usual.
—Te veo tenso, Gonzales. ¿Qué te ocurre? —dijo el profesor, con burla y preocupación a partes iguales.
—Tengo un mal presentimiento. Creo que va a ocurrir algo grande pronto. Va a haber que luchar. Luchar de verdad.
Ambos contendientes detuvieron su batalla.
—¿Has tenido antes esa sensación?
—Sí… —musitó el chico—. Y no tengo buenos recuerdos de ninguna de ellas.
—Entiendo. Hablaré con Banner sobre ello, no te preocupes.
—¿Tan fácilmente me crees? —se mofó un poco el chico.
—He analizado y copiado todos tus movimientos, mocoso. Prácticamente he entrado en tu mente. Sé cuando me mientes. Siempre sé cuando me mienten.
Tras decir eso, Supervisor dio por terminada la clase y salió del gimnasio. Antes de atravesar el umbral de la puerta, se giró a mirar a Peter.
—Si vas a salir al exterior, necesitarás un seguro. Algo que os proteja a ti, a tus amigos y a tu familia.
—No tengo nada que necesite ser protegido —respondió el chico, sombrío.
—Pero lo tendrás algún día. Eso no lo dudes. Una identidad secreta. Está muy visto, pero todos los que trabajamos a un nivel, digamos, superior al humano, la tenemos. Puede parecer poca cosa, pero es muy útil.
Tras decir eso, el hombre de la capa blanca se retiró.



—Entonces, ¿necesitas ayuda para controlar tus poderes?
—Sí. He recibido señales, no preguntes cómo. Sé que se acerca algo grande. Una gran batalla. No quiero luchar y hacer daño a mis aliados. Y tú sabes cómo obtener el control.
—Ahí te equivocas. Tengo el control ahora, sí, pero no lo obtuve yo.
—¿Y cómo lo conseguiste?
—Gracias a Tony Stark y al virus Extremis.
Ryan se sintió decepcionado por un momento, pero Banner volvió a hablar.
—No obstante, la naturaleza de tus poderes es muy diferente a la mía. Yo los obtuve de la ciencia, y tú de la magia. No obstante, tenemos a alguien que puede ayudarte, no te preocupes.
—¿Quién?
—Stephen Strange, el Doctor Extraño.



—Entonces… ¿Nombres de superhéroe?
—Eso dijo Supervisor, sí.
—¿Tan seguro estás de que falta poco para que tengamos que luchar? —preguntó Amanda con preocupación.
Peter se encogió de hombros.
—Tú decides si creerme o no. Pero luego no te arrepientas.
—También necesitaremos trajes, ¿no? —exclamó Charlie emocionado.
—Hombre, si el objetivo es ocultar nuestra identidad… —reflexionó Zack.
—Oh, vamos, chicos, ¿ya os estáis imaginando siendo superhéroes? ¡Parecéis críos!
—Hola, Gorgona. Cuánto tiempo sin verte… —saludó Zane con apatía a la recién llegada, Claire Sylar, que venía acompañada de toda su panda de matones. Y con el muñeco de nieve con esteroides también.
—¿Cómo me has llamado? —replicó la chica, molesta, al tiempo que su pelo se teñía por sí mismo de un color rojo carmesí.
—Gor-go-na. Ya sabes
, como las mujeres de la  mitología griega. Las que tienen serpientes en lugar de pelo. Aunque, bien pensado, tú eres más bien como una serpiente con un pelo totalmente genial.
El cabello de la chica comenzó a moverse como si estuviera vivo. Estaba roja, Zane no sabía si por ira o por vergüenza.
—¿Le has insultado o halagado? —le susurró Zack entre risas.
—Ambas —le contestó Zane.
La chica parecía a punto de gritar, pero, entonces, fue interrumpida por la megafonía.

—Estimados alumnos, presentaos por favor en el salón de actos dentro de una hora. Hay un asunto que la junta directiva desea discutir con vosotros. Gracias por vuestra atención.