La situación era muy incómoda para Lauren. Una
mujer wakandiana tomaba sus medidas con una cinta métrica, método algo
anticuado para el país con la tecnología más avanzada del mundo.
—¿Podría pasar a la sala de al lado para que
hagamos un reconocimiento de sus habilidades, señorita?
—¿Por qué tanta complicación para unos trajes
de entrenamiento?
—Como el director Banner dijo la semana pasada
en el salón de actos, es necesario hacer trajes que se adapten a vuestros
cuerpos y necesidades, para potenciar al máximo posible vuestra capacidad. Todo
es por el bien de vuestro progreso en la academia.
—Si vosotros lo decís… —se resignó ella.
—¿Qué está pasando aquí? —se quejó Charlie—
¿Podéis dejar de sobarme, por favor?
—Tranquilícese, señor Pierce. Tan solo estamos
tomando sus medidas físicas para diseñarle un traje que se ajuste perfectamente
a usted.
—¡Me vuelvo intangible! ¡Con mi ropa normal me
basto y me sobro!
—¿Y si te ves forzado a salir del cuerpo que
estés poseyendo y todo el mundo te ve desnudo? —se rió Zane—. ¿No sería eso más
vergonzoso?
No hizo falta insistir mucho para que el rubio
se quedase quieto y permitiese operar a los wakandianos.
Tras media hora de espera, les dijeron que
podían irse, y se reunieron todos en la cafetería.
—Por el amor de Dios… Eso ha sido raro
—protestó Aline al tiempo que le daba un respingo.
—Y que lo digáis, ha sido muy vergonzoso…
—dijo Amanda avergonzada mientras Mick le frotaba la espalda para
reconfortarla.
—Vamos, chicas, no creo que haya sido para
tanto… —trató de tranquilizarlas Jacqueline.
—Sinceramente, a mí hay algo que me preocupa
más —comentó Zane.
—Sí, a mí también… —concordó Peter.
—Es una cuestión interesante de debatir, sin
duda —añadió Zack.
—¿Cuáles son vuestras medidas? —preguntó
Charlie, pero se vio obligado a callarse después de que los otros tres le
golpearan la cabeza al ritmo de “¡No nos referíamos a eso!”
—Ejem —continuó Zack tras aclararse la
garganta—. Nuestra pregunta real es…
—¿Cómo ha llegado este aquí? —preguntaron los
tres a coro al tiempo que señalaban a la inmensa masa pseudo humana de nieve
que estaba sentada con ellos en la mesa de la cafetería.
El ser ni se inmutó, por cierto.
—Ni idea —respondió Mick—. Cuando me di
cuenta, ya estaba ahí.
—Si queréis nos vamos —dijo una voz de detrás
del monstruo.
—¿Eh? ¿Quién ha dicho eso? —preguntó Charlie
mientras daba saltos en su asiento para mirar.
—Estoy aquí —le respondió la voz al tiempo que
su dueño se ponía en pie para que pudieran verle —. Soy David Stone. Recordad
el nombre, pero no lo gastéis. Comparto habitación con ese rarito de ahí —dijo
señalando a Zane.
—Oh, vamos, David. Señalar a la gente con el
dedo es de muy mala educación. Especialmente viniendo de ti. Además, ya te
conocen, lo que les extraña es que estés comiendo con nosotros.
—Bueno, los otros idiotas me están resultando
molestos últimamente. El único que se salva es Ngozi, ¿a que sí, grandullón?
El pelirrojo golpeó la espalda del monstruo,
pero la criatura ni siquiera reaccionó.
—La cosa es que comeremos aquí por un par de
días, ¿vale, pringados? Ngozi dijo que quería venir con vosotros.
El gigante siguió sin reaccionar.
—Ehm… ¿De acuerdo? —dijo Zack.
—¡Daaaaaviiiiid! ¿¡Dónde estás!?
Zane se golpeó la cabeza contra la mesa al
escuchar la voz de Claire llamando a su compañero.
—Y ahora la gorgona se cree una sirena… ¿Por
qué tiene que ser tan irritante incluso para hablar?
—¡Te he oído, Cross!
—¡Lo sé!
La chica del cabello transformable se acercó a
su mesa acompañada de su séquito.
—¿Qué os pasa?
¿Ahora nos vendéis por estos?
—Yo no vendo a
nadie. Voy con quien quiero y cuando quiero. ¿O es que ahora eres mi jefa? —el
desafió el chico.
El pelo de la joven
pasó de un azul marino similar al mar tormentoso a un rojo fuego que solo
reflejaba ira e indignación. No obstante, respiró hondo y trató de calmarse.
—Está bien… David,
¿podrías venir con nosotros un momento? ¿Por favor?
A pesar de la
cortesía en sus palabras, el color de su pelo reflejaba su estado de ánimo real
a la perfección. El aludido se encogió de hombros y, levantándose del banco,
siguió a la chica.
—Ven, Ngozi. Podéis
terminaros mi almuerzo si queréis, pringados. Ya no quiero más.
Tras decir eso,
todos ellos se retiraron de la cafetería.
—No sé si darle las
gracias o pegarle —dijo Zack mientras tomaba la manzana de su bandeja.
—¿Y si hacemos las
dos? —propuso Aline mientras se terminaba su plato de arroz.
—O podemos dejarles
en paz, dan algo de miedo… —opinó Charlie, mientras tomaba tímidamente el yogur
de David.
—¡Ja! ¿Te dan miedo
unos cuantos abusones y vas a ser superhéroe? —se mofó ligeramente Zack.
—¡Eh! ¡Cuando yo sea
el gran Fantasma Dorado, nadie podrá derrotarme!
—¿¡FANTASMA DORADO!?
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA —Zane empezó a reírse desconsoladamente —¿No
tenías un nombre más cutre?
—¿Hombre Intangible?
—Demasiado obvio.
—¿Phantom?
—Muy mainstream.
—¿Ozymandias?
—Muy DC.
—¿Cuarta pared?
—He pillado la
indirecta. Y no.
—¿Booster?
—Ese ya suena mejor
—opinó Zack—. ¿Nunca habéis sentido curiosidad sobre cómo os llamará la gente
cuando seáis superhéroes?
—¿Y si no vamos a
volvernos superhéroes? —preguntó Ryan cortantemente—. Yo solo quiero
controlarlo.
—No hay nadie con
superpoderes que no se haya ganado alguna vez un sobrenombre. Ya sea como
héroe, como villano, o como persona que recibe bullying en el instituto
—comentó Lauren entre risas—. Vamos a tener uno en algún momento, vale más que
sea algo que nos guste.
—¿Cuál te pondrías
tú, Lauren? —preguntó Amanda.
—Acuarela. No sé, me
gusta. Me parece que tiene estilo.
—Te pega —comentó
Zack—. Yo siempre quise llamarme Mind-Meister.
—¿No hubo ya alguien
con ese nombre? —preguntó Mick.
—Mind Master sí,
muchos, pero no Meister. Meister es “maestro” en alemán, pero también implica
ser el “campeón” o el “primero”. Engloba más campos.
—Guau… —se
impresionó Zane—. Tus delirios de grandeza van más allá de lo que creía.
—Ja. Ja. Ja. ¿Tú
cómo piensas llamarte, Cross?
—As de Picas
—respondió con tranquilidad, al tiempo que se sacaba la susodicha carta de la
nada—. Era el sobrenombre que utilizaba mi maestro.
—¿Maestro? —preguntó
Mick.
—Larga historia. ¿Tú
cómo piensas llamarte, rubio? Porque Hydroman
ya está cogido.
—Dragonet… Es un pez
muy exótico. Y suena bien.
—Tiene estilo, no te
lo niego. ¿Aline?
—Mordaza —respondió
la pecosa con orgullo—. ¿Qué, a que os he dejado con la boca abierta?
—No sé qué es peor,
si el nombre, o el chiste —comentó Zack entre risas—. ¿Tú qué nombre querrías,
Amanda?
La rubia se encogió
de hombros, avergonzada.
—La verdad es que no
lo he pensado…
—¡Sunbeam! —gritó su mejor amiga—. ¿No le
quedaría genial?
—Sí… —musitó Mick.
—Adjudicado,
entonces —rió Zack—. Venga, Peter, es tu turno. ¿Cuál te ponemos…?
Sin embargo, cuando
vio a Peter, la alegría abandonó el corazón de Zack. El chico estaba dejando
salir filos de todas sus articulaciones, y miraba a todas partes con
desconfianza.
—Chicos. Algo se
acerca.
Y en efecto, así
era, pues escasos segundos después de que el pelinegro pronunciase esas palabras, un ensordecedor
estallido retumbó por todas partes.
Algo acababa de
hacer explotar la academia.