David cayó rendido. El héroe de Hell’s Kitchen
le había propinado paliza tras paliza. Aunque ninguna había sido tan brutal
como la del día que se conocieron.
>>> Los pandilleros caían como moscas
al ritmo de los truenos que ensordecían los cielos de la Cocina del Infierno.
David contemplaba desde su asiento privilegiado en la fábrica abandonada que
habitaba, con gesto aburrido.
—Panda de inútiles… —murmuró, molesto, cuando
cayó el último de sus hombres. El chico se puso en pie, desperezándose, en
actitud chulesca—. Vamos, demonio, acabemos con esto.
Apuntó hacia Daredevil con su dedo índice, al
tiempo que cerraba un ojo para apuntar mejor.
—Hasta
la vista, baby —dijo, al tiempo que sentía que su sangre se concentraba en
la punta de su dedo índice, y se dispersaba de golpe por todo su cuerpo al
tiempo que una bala de energía oscura salía disparada, tan rápida como
Mercurio, hacia el Defensor.
Sin embargo, y contra las expectativas del
chico, el vigilante atinó a interceptar el proyectil con su bastón.
—Bueno, parece que te crees mejor de lo que
eres, ¿no, baby? —sonrió el
superhéroe.
—Puto ciego… —blasfemó el más joven de los
contendientes.
Y, sin decir algo, el chico se abalanzó contra
su adversario, concentrándose en sus dedos. Puso sus manos en forma de
pistolas, y disparó a quemarropa contra el hombre de rojo… Pero él los esquivó,
de nuevo.
—Detrás de ti —dijo Daredevil.
—Lo sé —sonrió David, socarronamente—, pero
gracias por avisar.
Y de la mano que tenía bajada, disparó una de
sus balas oscuras directa a la pierna de Murdock.
—Gaah… —se quejó el héroe ante la nueva
quemadura en su pierna.
—¿Eso es todo? ¿En serio? —se mofó el chico.
—Sí, eso es todo —dijo Daredevil, para luego
situarse ágilmente a la espalda de su contrincante, golpearle en el cuello, y
dejarle K.O.
—Y bien, ¿has aprendido algo ya? —le preguntó
Matt a su “alumno”.
—Que eres un cabronazo…
El abogado sonrió.
—Eso ya lo sabías. Me refiero a si has
aprendido algo útil de cara a los combates que te esperan.
—Bah, ¿qué importa? ¿Crees que no puedo con un
villano de tres al cuarto solo porque ahora le han mejorado un poco?
—Te recuerdo que te ha derrotado un
minusválido sin poderes.
Vale, eso le sentó mal. David se levantó de un
salto, se quitó el polvo de los pantalones, y se dirigió a la salida.
—Ya, bueno, la verdad es que paso.
Cerró de un portazo tras irse. Daredevil no
pudo evitar reírse después de eso. Otro tanto para él.
—Entiendo, entonces, literalmente puedes
engañar a los sentidos para crear imágenes, olores, sensaciones, etc. —dijo
Strange.
—Ajá, es como hacer ilusiones, pero ópticas,
auditivas, táctiles, y de todo un poco —confirmó Zane.
—¿Y has probado a combinar sentidos?
—Mmmmm… ¿En qué sentido?
—…
—No era un juego de palabras.
—Entiendo. Pues me refiero a que puedes
enlazar tus ilusiones para engañar más de un sentido a la vez.
—No. Ya lo he intentado —replicó el proyecto
de mago.
—Sí, lo has intentado, pero lo has intentado
mal. Yo te enseñaré a hacerlo bien. —Strange dibujó con magia un círculo en el
suelo—. Sitúate ahí, y piensa que estás creando un vórtice, por favor.
—¿Hemos terminado ya, señorita Romanoff?
—No. Sigue.
—Me derrito...
—Si me dieran una moneda por cada hombre que
me dice eso…
—Señorita Romanoff, hablo literalmente
—respondió Mick algo avergonzado—. ¡Me estoy derritiendo de verdad!
—Lo sé, estaba bromeando para que no se te
hiciese tan horrible. Eres una estatua de hielo en una sauna, ¿qué esperabas, pasar
frío?
—Aún no entiendo por qué estamos haciendo
esto…
—Lástima. Yo sí.
—¿Podría al menos darme una ligera
explicación?
—No.
—¿Por qué?
—Soy espía. No damos explicaciones. Nos viene
de formación profesional.
—Pero acaba de decirme que es espía…
—…
—…
—Cállate, y sigue intentando no derretirte.
—¿Eso era lo que tenía que hacer?
—Sí.
—Ah.
—¿El malote tiene una morriña? —se medio mofó
Claire al ver a David sentado en el pasillo.
—¿Algún problema, puta?
La chica suspiró con resignación mientras su
cabello se teñía de blanco.
—¿Alguna vez te he dicho que eres muy soez?
—Unas cuantas.
—Pues si te lo digo es para que te corrijas.
—¿De verdad crees que todo el mundo tiene que
adaptarse a tus gustos?
El pelo de la chica se enrojeció un poco por
unos segundos, pero pronto volvió al tono albino en el que estaba.
—La verdad, si todo fuese como yo quiero, el
mundo sería un lugar mucho mejor. Pero bueno, no siempre puede ser así —sonrió
con picardía y autosuficiencia—. Ahora eres tú el que tiene que aprender eso.
Y se fue zarandeando las caderas, dejando a
David anonadado y frustrado a partes iguales.
—Bueno, quedan diez minutos… —musitó Banner.
—Los chicos han estado entrenando todo el día,
Bruce —dijo T’Challa—. Pueden con ello.
—De eso no estoy tan seguro —dijo el
Castigador —. Aún tienen mucho que aprender, y tal vez M.O.D.O.K. y Sauron no
sean especialmente peligrosos, pero hay otros. Abominación, Nitro… y Mandarín.
—No puedo negar que siento cierta curiosidad
por qué es lo que se ha fortalecido de ellos exactamente… —comentó el
Supervisor.
—Pues, sinceramente, yo preferiría no
descubrirlo nunca… —reconoció Banner.
Y, como si de una invocación se tratase, los
villanos, con sus ropas doradas, aparecieron en medio del patio, como por arte
de magia.
—Traednos a los alumnos —exigió Kingpin, con
voz tenue. A pesar de eso, se le escuchó por todo el campus.
En menos de diez minutos, profesores y alumnos
se congregaron frente a ellos.
—Bueno, ¿quién quiere ser el que inaugure?
—preguntó el señor de Hell’s Kitchen con autosuficiencia —. El resultado será
el mismo, a fin y al cabo.
Un incómodo silencio invadió todo. Nadie decía
nada, ni se atrevía a dar un paso. Banner se aclaró la voz para tomar la
iniciativa, y Peter comenzó a avanzar
pero fueron interrumpidos.
—Voy yo.
Todo el mundo abrió un pasillo alrededor de
los diez que habían sido elegidos para combatir a Kingpin y los suyos. En
concreto, al que había hablado: el chico de pelo naranja que se acababa de
situar al frente.
—He dicho que voy yo —repitió David—. Quiero quitármelo
de en medio… Venga, ¿cuál de vosotros va a ser mi contrincante?
—¡No, David! ¡Aún no estás listo! —Amadeus Cho
fue a detenerle, pero fue detenido por Daredevil.
—Es su decisión. Déjale.
—Te has vuelto muy transigente, Daredevil… ¿La
vida te está afectando?
—Si pudiera te pegaría una paliza yo mismo,
Fisk. Pero ya que tus absurdas normas no me lo permiten, me gustaría que al
menos fuese mi estudiante quien lo hiciese.
—Créeme, a mí tampoco me gustan estas reglas…
Desgraciadamente, no voy a ser yo quien se enfrente al chico. ¿Preparado?
—Sí… —respondió un hombre de alargada
cabellera azabache, rasgos orientales, y armadura dorada, al tiempo que se
hacía crujir los dedos, adornados con diez anillos.
El Mandarín.
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