T’Challa golpeó con
su puño la mesa de la sala de profesores con tal fuerza que provocó una ligera
quebradura en la madera.
–¿¿Cómo se atreven
a venir a mi territorio esa copia barata de caballeros del Zodíaco y a amenazar
a mis alumnos?? –exclamó el recién dueño de la escuela.
–En primer lugar, Su Majestad, creo que deberíamos calmarnos –dijo Amadeus Cho, analizando
mentalmente su situación con su asombroso intelecto, degradado al rol de
profesor de matemáticas en el espacio estudiantil.
–¿Hay alguna manera
que se os ocurra de eludir la confrontación por parte de los alumnos? –comentó
el director Banner, ya de vuelta en su forma más amistosa.
–Me temo que no,
Bruce –dijo Reed Richards, líder de los Cuatro Fantásticos, e invitado a
aquella urgente reunión–. He analizado cada fotograma de las grabaciones y al
detalle las lecturas recogidas por los robots de Stark que se acercaron
mínimamente a ellos y son imparables en grupo. Pero, teniendo en cuenta la voz
de Kingpin podemos determinar que no mentía al poner las normas, así que estoy
un 94% seguro de que no van a hacer trampa en ese aspecto. Y de igual manera
cumplirán sus amenazas si no las seguimos. Creo que no nos queda otra que
seguirles el juego y entrenar a los chavales lo mejor que podamos.
–Ya veo… Y yo que
creía que con el tema de las Incursiones ya teníamos bastantes problemas –continuó
Patera Negra–. Pues tenemos que empezar pero ya a entrenarlos específicamente.
Y lo primero es escoger a los diez alumnos y alumnas que mayor potencia tengan
a la hora de combatir. Castle, tú eres el que más les ha probado en la clase de
Educación Física Aplicada, probando sus habilidades especiales. ¿Alguna idea?
El Castigador,
receptor de esta pregunta, mantuvo su semblante impasible y sus brazos cruzados
sobre su pecho, decorado con la ya icónica calavera blanca, considerada por
muchos símbolo de mal augurio.
–Tengo algunos
candidatos en mente, sí.
–Pues tú y yo vamos
a escogerlos en un momento –dijo Amadeus, en pie frente a la pantalla
holográfica con unos cuantos perfiles de alumnos. Se giró hacia Frank Castle–.
Tengo algunos candidatos también que… –el Castigador le dedicaba una de sus
miradas más bordes– Bueno, a ver, si tú estás de acuerdo, claro. Je –añadió con
nerviosismo.
–Supongo que
trabajaremos juntos, niño –se resignó finalmente el de la calavera.
–Me sorprende que
Stark no se haya llevado sus robots con él –dijo Natasha, la Viuda Negra–. Es
muy de recuperar sus juguetes.
–Conozco a Tony
desde hace mucho tiempo, Natasha –le respondió Steve Rogers, el Capitán América
original, ahora convertido en un septuagenario–. Aunque ahora esté pasando por
un… Llamémoslo periodo extraño, en el fondo sigue preocupándose por este
proyecto y por lo s alumnos. Bruce y yo llegamos a la conclusión de que además
obtiene información a través de ellos, pero decidimos que no nos preocupa
demasiado las lecturas que pueda recibir.
La mujer en el
traje de cuero negro se quedó pensativa ante la respuesta del centinela de la
Libertad
–¿Y qué me dices
del chaval que entrenas tú, Supervisor? –continuó T’Challa con su ronda de
preguntas, a modo de cambio de tema.
–Aún tiene mucho
que aprender de sí mismo y sobre cómo controlarse, pero sin duda es una máquina
de combate con patas. Puede servir.
–Me alegra oír eso,
supongo que si es bueno para ti, dará la talla en la arena… Sigamos
seleccionando…
–Vaya miedo he
pasado –suspiró Aline–. Se van a enterar esos abusones, les vamos a dar hasta
que muerdan el polvo.
Zane puso los ojos
en blanco.
–Sólo alguien como
tú es capaz de denominar como “abusones” a unos de los mayores villanos de la
Tierra.
–Bueno, no es hora
de ponernos a pelearnos entre nosotros. Prefiero que hablemos de qué vamos a
hacer con esta situación –dijo Zack–, ya que es probable que ahora mismo estén
seleccionando los profesores a los alumnos más preparados, ya que desde aquí
les veo reunidos, con todas sus auras en aquel edificio de allí. Son tan
fuertes que las veo traslúcidas a través de la pared. Y lo más probable es que
nos toque pelear a alguno de nosotros. Y tenemos que pensar cual será nuestra
postura ante esta situación. Tenemos que estar unidos y apoyarnos los unos a
los otros.
–No veo demasiada complejidad
–respondió Peter–. Ellos vienen. Les pateamos el culo. Fin.
–Hasta tu y yo
sabemos que no será así de sencillo, Cuchillos –contestó Zane–. No va a ser
sólo fuerza bruta contra ellos.
El mexicano soltó
un bufido a modo de respuesta.
–Yo voy a pelear.
He venido a esta ciudad por un largo camino precisamente para aprender a
proteger lo que me importa. Y no veo mejor forma de empezar que por los más
duros –concluyó.
–Pues yo lucharé si
no queda otra –dijo Amanda–. No quiero que pase lo de la última vez y os haga
daño sin querer.
–También piensa que
si toda esa fuerza le da a uno de esos abusones les dejarás por los suelos
–dijo Aline.
–Bueno… supongo,
pero tengo miedo de mí misma.
–Es normal, no
sabes lo que puede pasar, pero como dijo Zack, tenemos que apoyarnos entre
todos –añadió Mick–. Todos sabíamos que con nuestros “dones” vendrían
situaciones como estas, para bien o para mal. Y lo que nos hará héroes no es
que les destrocemos o les detengamos, sino cuál es nuestra actitud ante ellos.
Ante todo, tenemos que demostrarles que somos moralmente mejores, que
pelearemos por un objetivo común: el bienestar de todos. Y no por algún motivo
egoísta o puramente material. Y eso es con lo que tenemos que golpearles.
Todos se quedaron
en silencio reflexionando sobre las palabras de Mick, había dicho cosas muy
importantes y merecían un gran respeto.
Sin embargo, Ryan
rompió la atmósfera terminando con aquella quietud.
–“Dones”… O más
bien maldiciones.
La noche había
caído sobre aquel día oscuro. Se trataba de un punto de inflexión dentro de la
vida de nuestro alumnado. Se enfrentarían con seguridad a numerosos peligros
después de aquellos, pero lo primero era sobrevivir a lo más inmediato. Se
trataba de su primer peligro real, la primera experiencia que les podría a
prueba, no como héroes o villanos, sino como personas intentando sobrevivir. Y
si no lo conseguían, las consecuencias serían nefastas no sólo para la Academia
Robert Reynolds: si esa gentuza se quedaba con los poderes que ahora esgrimían
podrían poner el mundo a sus pies sin tener problema alguno ni rival.
Nuestros
protagonistas dormían plácidamente. Rondaban las tres y media de la mañana y la
luna se encontraba alta en el cielo, en cuarto creciente, formando una “C”
invertida blanca con toques agrisados que, pese a dejar atisbar sus cráteres,
no hacía más que intensificar la belleza de aquel paisaje casi onírico que
formaba la visión del satélite sobre los árboles del bosque que rodeaba a la
escuela. Si entráramos en la habitación que Zane Cross compartía con su arisco
compañero David Stone, especializado en disparar energía de color negro de sus
dedos como si de balas oscuras en una pistola de carne se trataran,
encontraríamos a ambos durmiendo. Zane incluso emitía leves ronquidos, no lo
suficientemente audibles como para despertar a su pelirrojo compañero. Sin
embargo, el lugar en el que realmente se encontraba Zane era un banco de madera
en la zona limítrofe del recinto, que, pese a parecer vacío, se encontraba
ocupado por nuestro pelimarrón de ojos verde oliva favorito. En su cama no
había otra cosa que una ilusión creada por sí mismo para poder saltarse el
toque de queda (de la misma manera que había proyectado una ilusión de
invisibilidad a su alrededor) en aras de disfrutar de aquella visión lunar, que
podría haber sido perfectamente extraída de cualquier libro de fantasía, al
menos desde su subjetiva visión de la belleza.
»Es una pena que la
luna en la realidad no sea como nos la pintan en las películas. En ella nos la
pintan como gigantesca, muy cerca de la Tierra. Y, sin embargo, no es más que
un puntito en el cielo, tan cerca pero tan lejos al mismo tiempo.
Pero sus
pensamientos se vieron nublados cuando, sin apenas darse cuenta, una figura se
sentó a su lado en el banco. No se trataba de otro que del sigiloso viejo rey
de Wakanda, ahora rey de Necrópolis.
–Cada noche, señor
Cross, se escabulle de su habitación para venir aquí, a mirar la luna rodeado
de este frío nocturno. Es un comportamiento cuanto menos extraño en una persona
tan joven.
Zane, sintiéndose
ya descubierto, eliminó su invisibilidad para hablar cara a cara con él. De la
misma manera, Pantera se quitó su máscara para mostrarle respeto al chico.
–¿Estoy metido en
un lío?
–Chico, el director
está al corriente de estas “escapadas” desde el primer día de clase. Si
estuvieras en un lío, ¿no crees que lo estarías desde antes?
–Bueno, supongo que
sí. Pero, ¿por qué no ha hecho nada al respecto el director Banner?
–Bueno, no haces
más que venir a ver la luna durante una hora. Nadie sale herido y no vas a
molestar a la residencia de las chicas como me imagino que otros compañeros
harían. Así que lo dejó pasar, de la misma manera que habría hacho yo. Sin
embargo te tiene controlado mediante un robot escondido por aquí para saber que
estás bien. Vas a tener que engañar a un detector de calor si quieres mejorar
en esto del sigilo, te lo digo por experiencia. Aunque te ruego que no lo hagas
en estas escapadas, no queremos que de la casualidad de que te pase algo malo
justo cuando no podemos ver qué.
–Comprendo…
¿Majestad? ¿Pantera? ¿Cómo se supone que me dirijo a usted?
–Con T’Challa es
más que suficiente. Y puedes tutearme.
–Muy bien,
T’Challa. ¿Y qué te trae a mi banco esta noche en particular?
–Bueno, ya viste lo
ocurrido esta mañana. Necesitamos a diez alumnos para la lucha. Y ahora les
estamos despertando para explicarles la situación y cómo van a funcionar estas
siete semanas siguientes. Y, bueno, no estabas en tu habitación.
–Me temía que
tendría que luchar –dijo Zane soltando un suspiro.
–Evidentemente, los
que no quieran luchar no están obligados, pero estás en ese Top 10 y
necesitaríamos tu ayuda. Pero podemos pasar al número once de la lista.
Zane, le dedicó un
último vistazo a la luna antes de ponerse en pie y sacudirse los restos de
suciedad que la superficie del banco había pegado a su trasero.
–No suspiro por no
querer luchar, T’Challa. Suspiro porque siete semanas se pasan volando.
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